La vitamina C (ácido ascórbico) es un nutriente esencial, hidrosoluble, que participa en numerosos procesos fisiológicos y bioquímicos fundamentales. Dado que el ser humano, al igual que otros primates, carece de la enzima gulonolactona oxidasa, no puede sintetizar vitamina C a partir de glucosa o galactosa a través de la vía del ácido urónico, lo que hace imprescindible su ingesta dietética regular.
Funciones fisiológicas y bioquímicas de la vitamina C
- Síntesis de colágeno: La vitamina C es indispensable para la hidroxilación de prolina y lisina, procesos necesarios para la estabilización de la triple hélice del colágeno. Este representa aproximadamente un tercio de la proteína corporal total y forma parte estructural de la piel, cartílago, tendones, huesos, vasos sanguíneos, válvulas cardíacas, dientes, discos intervertebrales y córnea. Su aporte es esencial en procesos de cicatrización, regeneración tisular y recuperación postoperatoria.
- Papel antioxidante: Actúa como un potente agente reductor, neutralizando radicales libres y especies reactivas de oxígeno (ROS), protegiendo frente a daño oxidativo inducido por contaminantes, toxinas, inflamación o estrés fisiológico. Además, modula la actividad de factores de transcripción sensibles al estado redox, regula citoquinas y prostaglandinas, y protege frente a la activación excesiva del sistema inmune, previniendo daño tisular.
- Inmunomodulación y prevención de infecciones: Estimula la respuesta inmune, promoviendo la proliferación de linfocitos T, reduciendo la apoptosis celular durante infecciones virales, y atenuando la gravedad de las reacciones alérgicas. Aunque no previene los resfriados comunes, su uso continuado puede acortar la duración y reducir la severidad de los síntomas.
- Síntesis de neurotransmisores y hormonas: Participa en la conversión de dopamina a norepinefrina y en la síntesis de catecolaminas. También interviene en reacciones enzimáticas relacionadas con hormonas como la oxitocina, vasopresina, colecistoquinina y la hormona estimulante de melanocitos (α-MSH).
- Metabolismo lipídico y carnitina: Facilita la conversión del colesterol en ácidos biliares, ayudando a reducir los niveles de colesterol plasmático. Su deficiencia puede predisponer a hipercolesterolemia y formación de cálculos biliares. Además, es esencial para la síntesis de carnitina, molécula clave para el transporte de ácidos grasos de cadena larga hacia las mitocondrias para la β-oxidación y producción de energía.
- Absorción de hierro no hemo: Mejora significativamente la biodisponibilidad del hierro vegetal al reducirlo a su forma ferrosa (Fe²⁺), más fácilmente absorbible en el intestino. Un estudio mostró un aumento del 67% en la absorción de hierro cuando se añadieron 100 mg de vitamina C a la comida. No obstante, en condiciones como la hemocromatosis debe evitarse su suplementación elevada, debido al riesgo de sobrecarga férrica.
Aplicaciones clínicas y preventivas
- Prevención de enfermedades vasculares: Aunque no hay evidencia concluyente sobre su efecto protector frente a la enfermedad coronaria, sí puede prevenir la disfunción endotelial temprana asociada a estados inflamatorios crónicos. También atenúa los efectos de la hiperglucemia sobre el endotelio vascular en personas con diabetes, reduciendo la producción de ROS.
- Cáncer: La administración intravenosa de vitamina C en dosis farmacológicas ha mostrado efectos prometedores en pacientes con cáncer avanzado, mejorando la respuesta inmunitaria, reduciendo la toxicidad de la quimioterapia, disminuyendo el estrés oxidativo y limitando la progresión metastásica. A 2025, continúan los ensayos clínicos que estudian su potencial como coadyuvante oncológico.
- Trastornos neurodegenerativos: Se ha observado que niveles adecuados de vitamina C se asocian a una menor tasa de deterioro cognitivo en adultos mayores. La evidencia más reciente respalda su efecto neuroprotector en enfermedades como Alzheimer, posiblemente por su capacidad antioxidante y su influencia en la neurotransmisión colinérgica y dopaminérgica.
Biodisponibilidad, necesidades aumentadas y toxicidad
Las concentraciones plasmáticas de vitamina C pueden reducirse en situaciones de:
- Estrés físico o psicológico
- Fiebre o infección aguda
- Exposición a contaminantes ambientales
- Consumo de alcohol, tabaco o fármacos como antibióticos, AINEs o corticoides
Estas condiciones pueden aumentar su utilización y/o disminuir su absorción intestinal.
En personas sanas, el exceso de vitamina C se elimina por vía renal. No es tóxica, pero dosis superiores a 2 g/día pueden provocar efectos adversos como diarrea, molestias gastrointestinales y, en casos sensibles, aumentar la excreción de oxalato y el riesgo de litiasis renal.
Además, se ha observado que la suplementación con dosis elevadas de vitamina C y vitamina E podría interferir en las adaptaciones al entrenamiento de fuerza, al reducir la fosforilación de proteínas clave como P70S6K, P-38 y ERK1/2, interfiriendo en la señalización anabólica.
Deficiencia de vitamina C
La deficiencia grave de vitamina C produce escorbuto, caracterizado por anemia, encías sangrantes, debilidad muscular, alteraciones del colágeno, petequias y retraso en la cicatrización. También puede asociarse a inmunosupresión, trastornos neurológicos y mayor riesgo cardiovascular. En casos clínicos se corrige mediante suplementación oral o intravenosa según la gravedad.
Fuentes alimentarias y suplementación
Las frutas y verduras frescas (cítricos, fresas, kiwi, pimiento, tomate, brócoli, espinaca) son las principales fuentes de vitamina C. Aunque se puede sintetizar de forma química, la molécula sintética es estructural y funcionalmente idéntica a la natural.
En personas sanas con una dieta equilibrada no se requiere suplementación, pero esta puede ser útil en condiciones específicas de aumento de requerimientos, enfermedad, o malabsorción.
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