Tiroides, metabolismo y salud hormonal en la mujer actual: una visión integral
La glándula tiroides, situada en la base del cuello, es un órgano endocrino esencial para el control del metabolismo basal, la producción energética, la regulación térmica y la homeostasis corporal. Aunque su tamaño es reducido, su influencia es inmensa: determina cuánta energía utilizamos en reposo, cómo gestionamos la grasa corporal, cuántas calorías necesitamos para mantener nuestras funciones vitales y cómo responde el cuerpo a dietas, ejercicio o estrés.
Una glándula sensible al entorno y al estilo de vida
La tiroides depende de dos elementos clave: el aminoácido tirosina y el yodo, un micronutriente esencial que obtenemos a través de la dieta. Sin embargo, más allá de su materia prima, la producción hormonal tiroidea está finamente regulada por un eje neuroendocrino complejo: el eje hipotálamo-hipófisis-tiroides (HHT). El hipotálamo secreta TRH (hormona liberadora de tirotropina), que estimula la hipófisis para liberar TSH (hormona estimulante de tiroides), que a su vez induce a la tiroides a liberar sus hormonas principales: T4 (tiroxina) y T3 (triyodotironina), siendo esta última la forma metabólicamente activa.
Factores como el envejecimiento, predisposición genética, carencias nutricionales, infecciones virales, disfunciones autoinmunes (como la tiroiditis de Hashimoto), el sedentarismo y, especialmente, el estrés crónico (físico, psicológico o metabólico) pueden alterar este delicado sistema. Y esto ocurre con mayor frecuencia en mujeres que en hombres.
De hecho, los trastornos tiroideos afectan a más del 10 % de las mujeres en edad fértil, superando en prevalencia a enfermedades como la diabetes tipo 2 o el síndrome metabólico. Esta alta susceptibilidad tiene una explicación: la tiroides es altamente sensible a las fluctuaciones hormonales femeninas, al sistema inmunitario y a las adaptaciones fisiológicas al entorno, como veremos a continuación.
Tendencia actual: cuerpo atlético, dieta restrictiva y consecuencias tiroideas
En los últimos años ha aumentado el interés por un físico más definido, atlético y musculado, especialmente entre mujeres jóvenes. Este cambio estético-cultural, positivo en muchos aspectos, ha traído consigo una mayor exigencia física y una mayor exposición a dietas muy bajas en calorías o en hidratos de carbono, además de entrenamientos intensos y mal periodizados.
Este entorno (déficit energético prolongado, bajo porcentaje de grasa corporal, estrés oxidativo y entrenamientos de alta demanda sin la adecuada recuperación) puede generar una cascada de adaptaciones hormonales que afectan directamente al funcionamiento tiroideo. El cuerpo, al detectar una amenaza potencial (por ejemplo, escasez calórica), reduce la conversión periférica de T4 en T3, priorizando la supervivencia frente a la fertilidad, el rendimiento o la estética. Esto se traduce en hipotiroidismo funcional o subclínico, con síntomas como fatiga, caída del cabello, frío persistente, piel seca, estreñimiento, retención de líquidos o dificultad para perder grasa.
Amenorrea e hipotiroidismo: una respuesta fisiológica, no un fallo
Cuando el entorno interno es percibido como hostil, el hipotálamo puede bloquear o reducir su producción de hormonas liberadoras (GnRH y TRH), afectando tanto a la tiroides como al eje reproductivo. Por eso, la amenorrea hipotalámica funcional (ausencia de menstruación sin causa orgánica aparente) suele coexistir con signos de hipotiroidismo. Es un mecanismo de defensa del cuerpo: preservar recursos y evitar un embarazo en un momento en el que no hay suficientes nutrientes, energía ni estabilidad hormonal.
Lejos de interpretarse como un fallo, esta respuesta es una adaptación inteligente del organismo ante un entorno hostil o una amenaza energética. Si no se aborda desde la raíz (recuperar energía, ajustar el entrenamiento, restaurar nutrientes clave, normalizar el sueño y gestionar el estrés), puede cronificarse y comprometer la salud metabólica, ósea, inmunitaria y psicológica de la mujer.
Hormonas tiroideas: mucho más que metabolismo
La tiroides regula también el perfil lipídico, la síntesis proteica y la sensibilidad a otras hormonas como la insulina, el cortisol, la GH o las hormonas sexuales. Las alteraciones tiroideas pueden generar dislipemias (colesterol elevado), pérdida de masa muscular, aumento de la grasa visceral o estados de inflamación subclínica persistente. Además, los niveles bajos de T3 afectan al rendimiento cognitivo, el estado de ánimo y la respuesta emocional.
Por otro lado, el uso de ciertos fármacos, estimulantes o potenciadores hormonales (como GHRP/GHRH o incluso algunos adaptógenos mal dosificados) puede interferir con este sistema si no se tienen en cuenta las sinergias hormonales y las prioridades fisiológicas del organismo.
Conclusión: cuidar la tiroides es cuidar tu rendimiento, tu salud y tu identidad
La salud tiroidea es un reflejo del equilibrio interno. En mujeres activas, deportistas o con altas demandas físicas, el foco no debe estar solo en el físico, sino en garantizar que el entorno hormonal y metabólico está alineado con la salud a largo plazo. Y eso incluye una nutrición suficiente, un entrenamiento bien estructurado, un descanso reparador, una correcta señalización hormonal y, sobre todo, respeto por las señales del cuerpo.
Si sospechas alteraciones tiroideas o amenorrea prolongada, no normalices lo que es una alerta fisiológica. Solicita una analítica completa (incluyendo TSH, T4 libre, T3 libre, anticuerpos antitiroideos, ferritina, prolactina y cortisol), consulta con un especialista en endocrinología y ajusta tu estilo de vida con criterio, no con más exigencia.
Referencias
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