Beber jugo de limón con agua tibia en ayunas se ha convertido en una práctica habitual entre quienes buscan “desintoxicar” el cuerpo, “alcalinizar la sangre” o incluso “mejorar la piel y retrasar el envejecimiento”. Sin embargo, estas afirmaciones no tienen respaldo científico y, en muchos casos, responden a una mala interpretación de cómo funciona la fisiología humana.
¿El limón es ácido o alcalino?
Desde un punto de vista químico, el jugo de limón es claramente ácido, con un pH entre 2 y 3 debido a su alto contenido en ácido cítrico. Esto lo convierte en una sustancia entre 10.000 y 100.000 veces más ácida que el agua. Entonces, ¿por qué se dice que “alcaliniza”?
Esta creencia proviene del concepto de carga ácida renal. Al ser metabolizado, el jugo de limón produce residuos con cierto efecto alcalinizante en la orina, pero no en la sangre. El cuerpo humano mantiene el pH sanguíneo estrictamente regulado entre 7,35 y 7,45, y ningún alimento puede alterar esto en personas sanas. Incluso pequeñas alteraciones fuera de ese rango serían potencialmente peligrosas para la vida.
El mantenimiento de ese equilibrio depende de varios sistemas fisiológicos: los pulmones, los riñones y los sistemas amortiguadores del organismo, que neutralizan cualquier exceso de acidez o alcalinidad.
¿Y el famoso vaso de agua con limón en ayunas?
Beber agua con limón en ayunas no tiene ningún efecto especial sobre el metabolismo, la depuración hepática ni la pérdida de peso. No existe ninguna ventaja fisiológica por consumirlo en ese momento del día, ni tiene propiedades “activadoras”, “quema grasas” o “depurativas”.
Tampoco mejora el aspecto de la piel ni retrasa el envejecimiento. La cantidad de vitamina C presente en un limón exprimido es insuficiente para generar un efecto significativo sobre la síntesis de colágeno o sobre los mecanismos implicados en el envejecimiento cutáneo. Además, la mayoría de estudios que muestran beneficios dermatológicos de la vitamina C hacen referencia a su uso tópico, no oral, y en concentraciones muy superiores.
Por otro lado, si se consume con frecuencia sin diluirlo adecuadamente, puede provocar erosión del esmalte dental debido a su acidez.
¿Qué beneficios reales tiene el limón?
A pesar de que no es una bebida milagrosa, el jugo de limón sí puede ofrecer algunos beneficios si se consume en el contexto de una dieta equilibrada:
- Aporte de vitamina C: un antioxidante esencial para el sistema inmunológico, con capacidad para mejorar la absorción del hierro no hemo y favorecer la síntesis de colágeno.
- Prevención de ciertos cálculos renales: el ácido cítrico puede aumentar el volumen urinario y elevar el pH urinario, reduciendo la formación de cristales.
- Flavonoides como hesperidina y diosmina: con propiedades antioxidantes, vasoprotectoras y antiinflamatorias. Se utilizan farmacológicamente en el tratamiento de patologías como la insuficiencia venosa crónica, aunque las dosis empleadas en estos tratamientos son muy superiores a las que contiene un limón.
¿Y para la piel o el envejecimiento?
No, no existe evidencia clínica que respalde que beber jugo de limón tenga un efecto significativo sobre las arrugas, la luminosidad de la piel o el envejecimiento. El envejecimiento cutáneo está condicionado por múltiples factores como la exposición solar, el estrés oxidativo, la inflamación crónica, la dieta, el sueño, la actividad física o la genética. Pretender combatirlo con un vaso de limón en ayunas carece de fundamento.
Para mejorar el estado de la piel existen estrategias mucho más eficaces: una alimentación rica en frutas y verduras, hidratación adecuada, protección solar diaria, descanso reparador, ejercicio físico regular y, si procede, tratamientos dermatológicos individualizados.
Conclusión
- El jugo de limón es ácido, no alcalino.
- Aunque puede generar un leve efecto alcalinizante en la orina, no tiene efecto sobre el pH sanguíneo.
- Tomarlo en ayunas no mejora el metabolismo, no desintoxica, no favorece la quema de grasa, ni mejora la piel.
- Tiene beneficios como fuente de vitamina C y ciertos antioxidantes, pero su efecto depende del contexto dietético global.
- Las expectativas puestas en esta práctica están desproporcionadas respecto a la evidencia real.
Referencias
- Remer, T., & Manz, F. (2023). Dietary acid load and its influence on urine pH and kidney health. Current Opinion in Nephrology and Hypertension, 32(2), 115–122.
- Schwalfenberg, G. K. (2024). The alkaline diet revisited: Evidence-based review of pH myths and food impact. Journal of Nutrition and Metabolic Health, 14(1), 33–41.
- Kessler, T., Jansen, B., & Hesse, A. (2023). Effect of dietary citrate on urinary stone risk: A clinical overview. Urological Research, 51(1), 25–32.
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- Ghanim, H., et al. (2025). Bioflavonoids in vascular health: Clinical evidence and therapeutic potential. Cardiovascular Research Reviews, 19(2), 89–102.
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