Edulcorantes: beneficios, riesgos y controversias científicas en 2025
Introducción
El consumo elevado de azúcar se ha asociado de forma consistente con la obesidad tanto en adultos como en población infantil. En este contexto, los edulcorantes no nutritivos (ENN), también llamados edulcorantes artificiales o intensos, han sido promovidos como alternativa para reducir la ingesta calórica y mejorar el control metabólico. Entre ellos se incluyen compuestos sintéticos como aspartamo, sucralosa, acesulfamo K, sacarina y ciclamato, así como polioles (xilitol, eritritol, sorbitol) y derivados vegetales como los glicósidos de esteviol (stevia).
El interés por los edulcorantes se remonta a épocas de crisis, como la Primera y Segunda Guerra Mundial, donde la escasez de azúcar impulsó el uso de la sacarina, el cual es uno de los compuestos más estudiados. Este edulcorante no se metaboliza en el tracto gastrointestinal, lo que limita su impacto sobre la glucemia e insulina, convirtiéndolo en una opción viable para personas con diabetes. Sin embargo, con otros edulcorantes se han descrito respuestas metabólicas variables, lo que ha alimentado la controversia científica.
Evidencia observacional y ensayos clínicos: una visión contradictoria
A medida que ha aumentado su consumo, también lo han hecho las preocupaciones sobre sus efectos adversos. Se han evaluado impactos a corto plazo (apetito, presión arterial, estado de ánimo) y a largo plazo (obesidad, diabetes tipo 2, síndrome metabólico, alteraciones intestinales).
Los estudios observacionales han asociado el consumo de edulcorantes con mayor riesgo de sobrepeso y obesidad abdominal (Fowler et al., 2008). Entre los mecanismos propuestos se incluyen alteraciones en la secreción de hormonas gastrointestinales (GLP-1, PYY), cambios en la motilidad gástrica, efectos sobre la microbiota y una posible interferencia en los circuitos de recompensa alimentaria que podría inducir antojos y conductas impulsivas (Swithers, 2013).
Sin embargo, los ensayos clínicos controlados muestran una perspectiva diferente. En el metaanálisis de Miller y Perez (2014) o el de Toews et al. (2019) concluyen que los edulcorantes, cuando sustituyen a azúcares, favorecen una reducción del peso corporal, una ingesta calórica menor y un mejor control glucémico, sin efectos adversos clínicamente relevantes en adultos sanos.
La aparente contradicción se explica en parte por sesgos de confusión: muchas personas con sobrepeso ya consumen edulcorantes como estrategia compensatoria, lo que podría falsear la relación en estudios observacionales.
Efectos sobre la microbiota y el eje intestino-cerebro
Una de las líneas más activas de investigación explora el impacto de los edulcorantes en la microbiota intestinal. Dada su importancia en la inmunidad, el metabolismo y el eje intestino-cerebro, pequeñas alteraciones podrían tener consecuencias sistémicas.
El estudio de Suez et al. (2014) mostró que la sacarina puede inducir disbiosis y alterar la tolerancia a la glucosa en individuos susceptibles. Otros trabajos en animales describen efectos sobre la adipogénesis o la función hepática (Palmnäs et al., 2014). Sin embargo, estos hallazgos no siempre se replican en humanos, y los estudios de mayor duración aún son limitados.
La revisión de Pearlman et al. (2017) apunta a que los edulcorantes podrían influir en la señalización de saciedad y la homeostasis de la glucosa a través de receptores del sabor dulce presentes en intestino y páncreas (Belloir et al., 2017). Esto abre la posibilidad de que no sean metabólicamente neutros, aunque la magnitud clínica de estos efectos sigue siendo discutida.
Evidencia reciente: lo que sabemos hoy
En los últimos años han surgido estudios clave:
- OMS (2023): publicó una guía en la que no recomienda el uso de edulcorantes como estrategia de control de peso a largo plazo, argumentando que la evidencia no muestra beneficios sostenidos en reducción de grasa corporal y plantea dudas sobre posibles riesgos cardiometabólicos (OMS, 2023).
- Eritritol y riesgo cardiovascular (Witkowski et al., 2023): un estudio observacional vinculó niveles elevados de eritritol con mayor riesgo de eventos cardiovasculares. No obstante, se requieren más ensayos para confirmar causalidad.
- Revisiones sistemáticas recientes (Rios-Leyvraz & Montez, 2022; Higgins et al., 2023) refuerzan que los edulcorantes pueden reducir la ingesta energética y el peso en el corto plazo, pero los efectos en salud cardiometabólica y microbiota siguen sin estar completamente esclarecidos.
- Exposición temprana: investigaciones como la de Nettleton et al. (2020) y seguimientos posteriores hasta 2024 sugieren que la exposición prenatal o en la infancia podría modular la preferencia por el sabor dulce y la composición corporal futura, lo que exige precaución en embarazadas y niños.
Conclusiones prácticas
La literatura científica actual no permite catalogar a los edulcorantes como totalmente inocuos ni como intrínsecamente dañinos. La mayoría de los datos en humanos apoyan que, usados con moderación y en sustitución del azúcar, pueden contribuir a reducir la ingesta calórica sin efectos adversos clínicamente relevantes en adultos sanos.
No obstante, su efecto depende del contexto individual: estado metabólico, microbiota, exposición acumulada y presencia de patologías previas. Además, en periodos de estrés fisiológico (dietas muy restrictivas, sobreentrenamiento, preparación competitiva) o en personas con problemas intestinales o inmunológicos, puede ser recomendable limitar su consumo.
En definitiva, los edulcorantes pueden ser herramientas útiles dentro de una estrategia dietética, pero no deben interpretarse como un salvoconducto hacia hábitos poco saludables. La moderación, la personalización y la calidad global de la dieta siguen siendo las claves para una buena salud metabólica.
Referencias
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- Wittekind, A., & Astrup, A. (2018). Sweeteners, sweetness and the control of body weight. Current Obesity Reports, 7(1), 52–59. https://doi.org/10.1007/s13679-018-0294-4
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