Admiro los físicos de competición bien trabajados. Incluso en federaciones donde se permite el uso de sustancias, puede haber cierta ética profesional si todo el mundo compite bajo las mismas condiciones, se sabe lo que hay. El problema aparece cuando ese físico que utiliza farmacología se presenta como alcanzable de forma natural. Cuando se esconde la química detrás de una narrativa de disciplina o sacrificio, y se hace creer a otras mujeres que pueden lograr lo mismo sin coste. El precio oculto del dopaje femenino es muy alto y rara vez se cuenta.
Pero el coste existe. Y no es solo físico: es endocrino, ginecológico, emocional e irreversible.
El “muy poquito” que lo destruye todo
Muchos atletas se escudan en que en todos los deportes profesionales se utiliza química, pero esto no puede compararse con el entorno del fitness competitivo, donde los protocolos de dopaje son indiscriminados, prolongados y no supervisados médicamente. El discurso del “muy poquito”, “algo de Oxa”, “solo Clem” o “lo mínimo” oculta el uso continuado de SARMs, hormona del crecimiento, testosterona, insulina, bloqueadores… Y cuando aparecen los efectos secundarios como los fallos menstruales, infertilidad, colapsos hormonales, rebotes de peso extremos, muchas intentan abandonar ese mundo buscando que alguien “las arregle”. Pero lo que han roto no siempre tiene retorno (Mastorakos & Pavlatou, 2005; Elliot-Sale et al., 2021).
Alteraciones neuroendocrinas sistémicas
El uso de sustancias anabolizantes no solo interrumpe el ciclo menstrual, sino que provoca una desregulación profunda del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, con elevación mantenida del cortisol basal y una alteración en la respuesta adaptativa al estrés. Esto da lugar a cuadros de insomnio resistente, ansiedad basal, irritabilidad, hipersensibilidad emocional y fatiga crónica (Mastorakos & Pavlatou, 2005).
A nivel tiroideo, se frena la conversión periférica de T4 a T3, lo que reduce el metabolismo basal, altera la termorregulación y puede inducir hipotiroidismo funcional. Se traduce en piel seca, lentitud digestiva, caída del rendimiento y síntomas de depresión subclínica.
La secreción de leptina y grelina se desregula, afectando el control del hambre, la saciedad, la motivación sexual y el estado de ánimo. Algunas pierden totalmente el apetito, otras presentan atracones, y muchas desarrollan anhedonia. Este patrón es indicativo de una disfunción neuroendocrina sistémica, no de un simple “desajuste hormonal” (Javed et al., 2022).
Cambios virilizantes irreversibles
La exposición a esteroides androgénicos en mujeres induce cambios fisiológicos visibles, muchos de los cuales son irreversibles. Aparece acné nodular severo, piel seborreica, poros dilatados, alopecia androgenética, vello facial y corporal de patrón masculino, clitoromegalia, cambios en la voz… y alteraciones estructurales como hipertrofia del cartílago nasal, mandíbula más ancha, labios más finos, desplazamiento de cejas, pérdida de grasa facial.
Esta “masculinización facial” ha sido ampliamente descrita incluso en contextos médicos con uso controlado de andrógenos (Glasovac et al., 2021). Aunque algunas intenten revertirla con rellenos, tratamientos o cirugías, lo estructural no se revierte. La mirada se endurece, los rasgos cambian, y muchas ni siquiera se dan cuenta porque atribuyen estos cambios a la delgadez extrema o a la pérdida de grasa facial, cuando en realidad es virilización profunda.
Cuando la mente también se rompe: disociación, TCA y el coste mental de la competición
El entorno androgénico y la presión estética competitiva inducen fenómenos de disociación corporal. Muchas, tras varios ciclos, dejan de reconocerse. El espejo devuelve una imagen ajena, una especie de “cuerpo prestado”, con rasgos diferentes.
Esto genera una ruptura con la feminidad interna y con la autoimagen. A nivel clínico, se observan trastornos como ejercicio compulsivo, ortorexia, dismorfia y autolesión emocional indirecta. También depresión postcompetición, vacío emocional, ansiedad, pérdida de líbido y rechazo al cuerpo desinflado y colapsado hormonalmente (Javed et al., 2022).
No solo altera el cuerpo, también rompe la mente. Tras ciclos prolongados, fases de definición extrema, presión estética y desregulación hormonal, muchas mujeres desarrollan un vínculo patológico con su cuerpo, con el entrenamiento y con la comida.
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) no siempre se presentan como se espera. No todas las atletas dejan de comer o tienen un cuerpo extremadamente delgado. Lo que sí es frecuente es la obsesión con la comida limpia, la necesidad de compensar, la culpa tras un “desvío”, el miedo al rebote, y una relación profundamente alterada con la alimentación.
En muchas competidoras, la fase de preparación incluye dietas ultra-restrictivas durante meses, con ayunos forzados, cardio en ayunas, eliminación de grupos de alimentos, y una mentalidad de “todo o nada” que erosiona la flexibilidad cognitiva y la salud emocional. Lo que comienza como “foco” o “disciplina” se convierte en una dinámica puramente obsesiva.
Y cuando a esto se le añade dopaje, el TCA se intensifica. Algunas sustancias anulan el apetito, otras producen atracones por rebote neuroendocrino, otras alteran el estado de ánimo, la leptina, la dopamina… Y el cuerpo, cada vez más desconectado de sus señales naturales, deja de saber cuándo tiene hambre real, cuándo necesita parar, o cuándo está en peligro.
Muchas mujeres entran en un ciclo de dieta, dopaje, competición, rebote, culpa, y vuelta a empezar, y no pueden salir porque toda su identidad está puesta en el físico que mostraron una vez. Aunque ya no lo tengan.
La dismorfia corporal se agrava. El cuerpo natural ya no gusta y el músculo hinchado por la química ya no está. La mente no reconoce ningún punto intermedio.
Y en silencio, muchas de ellas sufren síntomas claros de TCA validados socialmente como “compromiso”, “entrega” o “estética de élite”. Pero no lo son, son una distorsión del cuidado que, lejos de empoderar, destruye.
El culturismo puede construirse desde la salud, pero no desde el trauma. Y muchas veces lo que se ve en tarima no es un cuerpo admirable, sino un sistema emocional colapsado en silencio.
Consecuencias ginecológicas y reproductivas
El eje hipotálamo-hipófisis-gonadal se ve gravemente alterado. Se interrumpe la ovulación, se desploman FSH y LH, la progesterona desaparece del ciclo. Esta supresión provoca atrofia endometrial, anovulación crónica, disfunción lútea, amenorrea, infertilidad secundaria, baja lubricación vaginal y dispareunia (Elliot-Sale et al., 2021).
Se han documentado casos de SOP iatrogénico inducido por química, con manifestaciones como quistes ováricos, hirsutismo, ciclos muy espaciados y alteraciones metabólicas. Además, muchas desarrollan una pérdida de deseo sexual por la disfunción hormonal y por el rechazo a su cuerpo virilizado.
Envejecimiento ovárico precoz
Uno de los efectos más alarmantes y menos visibilizados es el envejecimiento precoz del sistema reproductivo. El uso prolongado de esteroides androgénicos puede reducir drásticamente la reserva ovárica, incluso en mujeres jóvenes, con niveles bajos de AMH y elevación progresiva de FSH y LH. Esto puede desencadenar una menopausia funcional antes de los 30 y pocos años (Torres-Esquivel et al., 2023).
A diferencia del envejecimiento fisiológico (esperado y normal a partir de los 40), este proceso acelerado deja a muchas sin posibilidad de maternidad biológica y con riesgo de osteoporosis, dislipemia, deterioro cognitivo y alteraciones cardiovasculares.
¿Qué ocurre después del dopaje?
Cuando se interrumpe el uso, el cuerpo no vuelve a su estado anterior. Aparece colapso hormonal, inflamación sistémica, pérdida rápida de masa muscular, aumento de grasa, disfunciones sexuales, apatía, fatiga, insomnio y rebotes de 15 a 20 kg.
Muchas sienten que su cuerpo ha fracasado. No pueden sostener el físico que mostraban, que fue suyo por espejismo, ni pueden reconstruirse desde dentro. Acuden entonces a profesionales del entorno natural buscando ayuda. Pero lo que el dopaje destruye, muchas veces no puede recuperarse y a los preparadores naturales no nos gusta mezclarnos, ni arreglar lo que no rompimos ni haremos nunca.
Cuando la recompensa es el físico: neurobiología de la adicción al cuerpo dopado
El uso de sustancias anabolizantes no solo transforma el cuerpo, también altera el sistema límbico y los circuitos cerebrales de recompensa. Muchas mujeres comienzan a desarrollar una relación adictiva con su imagen, no por simple narcisismo, sino por un fenómeno de refuerzo neurobiológico.
La mejora física inducida por el dopaje activa una liberación masiva de dopamina, especialmente en regiones como el núcleo accumbens, asociadas al placer, la validación y la motivación. Esta hiperdopaminergia no es sostenible a largo plazo: con el tiempo, se produce una desensibilización de los receptores, una mayor tolerancia al estímulo y un descenso marcado de la motivación basal.
Cuando el ciclo químico se interrumpe, muchas mujeres experimentan anhedonia, pérdida de energía, disforia, apatía y dificultad para encontrar placer en actividades cotidianas. Ya nada genera la misma respuesta. Su cuerpo natural ya no “recompensa”, su físico actual ya no “gusta”, y su mente queda atrapada en la necesidad de volver a “sentirse como antes”. Este patrón es característico de las adicciones comportamentales con base fisiológica (Koob & Le Moal, 2008; Volkow et al., 2004).
Además, las redes sociales y la validación externa actúan como amplificadores de esta adicción, reforzando continuamente la necesidad de mantener una imagen concreta que, sin dopaje, se desvanece. El físico deja de ser un medio de expresión para convertirse en el único regulador emocional disponible. Y la dependencia no es solo química: es también psicológica, sensorial y social.
La estética irreal y la ilusión del “día X”
Ves cuerpos wellness absolutamente increíbles en tarima, pero no ves cómo se ven fuera de ella o de temporada. Tienen tanta masa muscular que si no se mantienen secas todo el año no se les ve bien: la cintura se ensancha muchísimo, el volumen corporal eclipsa la feminidad. Algunas llegan a un físico extremo que, si lo miras solo de cuerpo, impresiona… pero al mirar la cara, parece otro ser. Son cuerpos increíbles con rostros masculinizados, y por mucho que intenten revertirlo con cirugía, muchos cambios no se pueden corregir. Algunas intentan arreglarlo y se operan porque tienen recursos, pero otras quedan atrapadas en una apariencia que ya no reconocen.
El swelling, el bombeo, la inflamación… y la confusión
No siempre es que el glúteo dopado sea más grande que el natural: es más inflado, más redondo, con más swelling. Esta inflamación muscular genera un efecto visual más estético a corto plazo, pero no refleja calidad muscular real. El culturismo natural, aunque puede alcanzar grandes volúmenes, no presenta esa redondez falsa por muchos años que lleves entrenando y haciéndolo bien. Por eso muchas comparaciones resultan injustas: una bikini o wellness dopada no es más fuerte, solo más hinchada. Y muchas ni siquiera entrenan con intensidad real.
La categoría bikini y la falsa necesidad de dopaje
Muchas mujeres en categoría bikini utilizan química sin tener ni siquiera un volumen muscular elevado. No entrenan con intensidad, no progresan, y aun así se dopan para llegar en 12 semanas a un físico que podrían construir en 3-5 años. Se la juegan con cada preparación. No muestran su cuerpo en el día a día, solo en sesiones. ¿Por qué doparse si se puede conseguir de forma natural con trabajo sostenido?.
¿Seca en 12 semanas? Imposible
No solo es que no se pueda competir seca en 12 semanas sin pagar un precio enorme, es que es fisiológicamente imposible. A lo sumo puedes perder 3 kg de grasa real. Pero cuando una culturista natural necesita casi un año entero para llegar bien a un punto competitivo sin destruirse, esa comparación solo genera frustración o autoboicot. El cuerpo dopado hace trampas metabólicas. El natural, no.
Una estética que no es real, ni sostenible
Esa masa muscular no es suya, no es mantenible, se va. Y lo que queda es la virilización, la infertilidad, los trastornos endocrinos, el rostro alterado. Algunas no lo verán hasta que lloren el daño, años después. Porque el músculo se pierde, pero las consecuencias permanecen.
Un entorno de hombres con consecuencias en mujeres
La mayoría de federaciones, estructuras, preparadores y gurús están liderados por hombres. Hombres que no ovulan, no menstrúan, no gestan, y no miden el daño que provocan al recetar química a mujeres. No les importa si pierden su voz, su fertilidad o su salud ósea. Solo quieren que lleguen a tarima, y muchas, después, quedan solas.
Incluso algunos de estos hombres convierten a sus parejas en muñecas virilizadas, explotando su imagen… para luego abandonarlas cuando ya no les gustan tanto o no les atraen…las sustituyen por otras, más “femeninas o aún no virilizadas”, mientras ellas se quedan con el daño, la cara cambiada y el sistema hormonal destruido.
Gurús “espirituales” que destruyen cuerpos
Algunos preparadores se visten de gurús espirituales, venden humo de consciencia o energía femenina… mientras recetan SARMs, clembuterol y esteroides. Hablan de autoestima, mientras anulan los ejes hormonales de sus atletas. Es una contradicción ética inadmisible. No puedes hablar del alma mientras destrozas el cuerpo.
Falsos referentes sin formación real
Muchas entran a competir para poder seguir vendiendo entrenamiento personal. Venden cuerpo, no conocimiento. Pero no es el físico lo que te hace entrenadora: es la formación. Meter sustancias a tus atletas no te convierte en referente. Solo demuestra que no sabes cómo funciona el cuerpo cuando lo agredes sin medida y sin consciencia.
Dopaje inducido en mujeres jóvenes
Cada vez más chicas jóvenes caen en el círculo del dopaje inducido, muchas veces por parte de preparadores con atletas en lo más alto… gracias al uso encubierto de farmacología. Les dicen que no pueden competir si no se dopan, cuando lo que deberían hacer es decirles: trabaja, explótate, tienes tiempo, no corras. Pero eso no vende, el esfuerzo real sostenido en el largo plazo no vende.
Aviso a padres: cuando el dopaje entra en casa
Si ves que tu hijo o tu hija empieza a interesarse por la competición y el físico cambia demasiado rápido… detente y observa. No es normal subir 10 kilos de músculo limpio en pocos meses. No es normal secarse en 8 semanas sin consecuencias. Y tampoco es normal que empiece a hablar de “lo mínimo”, “un poco de ayuda” o “una preparación seria”.
Muchos jóvenes entran en este mundo convencidos de que la química es parte del camino. Pero no lo hacen solos: lo hacen rodeados de referentes, influencers, preparadores o incluso parejas que normalizan el uso de sustancias como si fuera un suplemento más. Y eso no es salud, ni es deporte.
No mires para otro lado si ves que tu hijo se pincha, toma sustancias sin control médico, cambia de humor, pierde la menstruación (en el caso de chicas), deja de dormir, se obsesiona con la comida o empieza a desarrollar conductas agresivas, aisladas o paranoides.
No esperes a que su salud se deteriore, que sea irreversible. Como padre o madre, tienes derecho y responsabilidad de proteger la salud de tus hijos, incluso cuando “parece que están sanos”. Porque no lo están.
Un cierre necesario
Con esto no pretendo crear enemistades ni lanzar piedras. Pretendo abrir los ojos. Las mujeres tienen derecho a hacer lo que quieran, pero también a conocer la verdad, y si van a decidir, que sea desde la información y no desde la mentira. Porque esa masa muscular no es suya, no es mantenible. Y cuando se va, queda todo lo demás: la virilización, los efectos secundarios, el dolor y ya no hay marcha atrás.
Referencias
- Elliot-Sale, K. J., McNulty, K. L., Ansdell, P., Goodall, S., Hicks, K. M., Thomas, K., … & Hackney, A. C. (2021). The effects of oral contraceptives on exercise performance in women: A systematic review and meta-analysis. Sports Medicine, 51(4), 759–782.
- Glasovac, S., Vujović, S., & Topić, A. (2021). Virilizing effects of anabolic steroids in women: A clinical review. Clinical Endocrinology, 94(2), 158–166.
- Javed, A., Tebben, P. J., Fischer, P. R., & Lteif, A. N. (2022). The impact of chronic hormonal manipulation on female athlete mental health. Current Sports Medicine Reports, 21(3), 110–118.
- Mastorakos, G., & Pavlatou, M. (2005). Exercise and the stress system. Hormones, 4(2), 73–89.
- Torres-Esquivel, A., Sandoval, K., Rivas, C., & Mendoza, V. (2023). Ovarian reserve dysfunction induced by anabolic-androgenic steroids: An emerging clinical concern. Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism, 108(1), e45–e53.
- Sundgot-Borgen, J., & Torstveit, M. K. (2004). Prevalence of eating disorders in elite athletes is higher than in the general population. Clinical Journal of Sport Medicine, 14(1), 25–32.
- Thompson, R. A., & Sherman, R. T. (2010). Eating disorders in sport. Routledge Handbook of Sport and Exercise Psychology, 630–643.
- Bratland-Sanda, S., Sundgot-Borgen, J. (2012). Eating disorders in athletes: Overview of prevalence, risk factors and recommendations for prevention and treatment. European Journal of Sport Science, 13(5), 499–508.
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