Existe una creencia extendida, sobre todo en entornos fitness, de que la proteína no engorda, o que es casi imposible que el exceso proteico se convierta en grasa. Sin embargo, la fisiología humana es clara: todo superávit energético, sea de hidratos, grasas o proteínas, puede derivar en grasa corporal si las necesidades energéticas están cubiertas y existe excedente.
Ahora bien, la ruta metabólica que sigue cada macronutriente hasta almacenarse como triglicéridos en el tejido adiposo no es igual de directa ni eficiente. Veámoslo:
1. Carbohidratos
Cuando la ingesta de hidratos excede la capacidad de utilización inmediata y el llenado de glucógeno hepático y muscular, el excedente puede convertirse en grasa mediante la lipogénesis de novo. En humanos, esta vía no es tan eficiente como en otras especies, pero en presencia de un entorno hipercalórico sostenido y niveles elevados de insulina, la lipogénesis de novo se activa y contribuye a la adipogénesis.
2. Grasas
Las grasas dietéticas son el macronutriente con la vía metabólica más eficiente para el almacenamiento. Tras la digestión, son transportadas en quilomicrones y almacenadas casi directamente en el tejido adiposo gracias a la acción de la lipoproteína lipasa (LPL). El gasto energético asociado a esta conversión es mínimo, lo que explica la facilidad con la que el exceso de grasas se acumula en el cuerpo.
3. Proteínas
El caso de las proteínas es diferente. No existe un “depósito” corporal para almacenar aminoácidos como ocurre con el glucógeno o la grasa. Cuando se superan las necesidades de síntesis proteica (reparación tisular, síntesis enzimática, etc.), los aminoácidos sobrantes son degradados. En este proceso, el nitrógeno es eliminado vía ciclo de la urea y el resto del esqueleto carbonado puede:
- Convertirse en glucosa vía gluconeogénesis.
- Oxidarse directamente para energía.
- Transformarse en grasas, aunque esto es poco eficiente.
Este proceso es metabólicamente costoso, debido al efecto térmico de los alimentos (ETA) que es mayor en las proteínas (~20-30% de su contenido energético). Sin embargo, el cuerpo no desaprovecha energía, y si el balance energético global es positivo, finalmente el excedente, aunque provenga de proteína, puede almacenarse en forma de grasa.
Por tanto, ningún exceso es inocuo en un entorno hipercalórico sostenido, por mucho que provenga de fuentes “limpias” o “magras”.
Proteína y cetosis: el límite que pocos conocen
En el caso de dietas cetogénicas, consumir proteínas en exceso es un error habitual. Superar el umbral adecuado de proteína puede comprometer la producción de cuerpos cetónicos, ya que a través de la gluconeogénesis, el cuerpo produce suficiente glucosa a partir de aminoácidos, interfiriendo con el proceso de cetosis. La cetosis nutricional solo se mantiene cuando tanto el carbohidrato como la proteína se mantienen en niveles que no interrumpen la necesidad de oxidar grasa para energía.
¿Y en el lipedema? ¿Por qué las dietas cetogénicas son eficaces si la grasa no se moviliza bien?
El lipedema es una enfermedad crónica del tejido adiposo, con predominio en mujeres, caracterizada por la acumulación patológica y resistente de grasa en piernas, caderas y, en algunos casos, brazos. A diferencia de la obesidad, el lipedema no se resuelve completamente con restricción calórica ni con ejercicio, porque existe una disfunción en la lipólisis del adipocito afectado: la capacidad de liberar grasa está disminuida y el tejido tiene un comportamiento metabólico anómalo.
Aquí es donde la dieta cetogénica aporta ventajas clínicas, aunque no resuelva el lipedema en sí:
- Reducción de la insulina circulante: niveles bajos de insulina desinhiben parcialmente la lipólisis en tejidos donde esta aún es posible, y frenan la lipogénesis (almacenamiento de grasa). Esto ayuda a controlar el avance del lipedema.
- Mejora de la oxidación grasa global: la dieta cetogénica favorece el uso de grasa corporal total como sustrato energético principal. Aunque la grasa del lipedema es resistente, la grasa visceral y subcutánea normofuncionante se oxida más eficientemente.
- Disminución de la inflamación sistémica: el lipedema cursa con inflamación crónica de bajo grado y la cetosis tiene un efecto antiinflamatorio documentado, gracias a los cuerpos cetónicos como el β-hidroxibutirato, que actúa como modulador epigenético en vías inflamatorias.
- Reducción de edema y retención hídrica: la dieta cetogénica tiene un efecto diurético inicial, ayudando a reducir la retención de líquidos asociada al lipedema. Aunque este efecto no elimina el tejido enfermo, mejora la sintomatología.
Novedad
Estudios recientes (Pfeuffer et al., 2024) han demostrado que en mujeres con lipedema, una dieta cetogénica cíclica, combinada con entrenamiento de fuerza adaptado y drenaje linfático, reduce significativamente la percepción de dolor, la pesadez de piernas y mejora la funcionalidad física, algo que no se logra solo con restricción calórica estándar.
Además, se está investigando el uso combinado de cetosis nutricional con fármacos moduladores de la lipólisis y la microcirculación, que podría representar un enfoque más integral para el tratamiento del lipedema.
Conclusión
El cuerpo humano prioriza la eficiencia energética. Todo exceso sostenido en el tiempo —incluyendo la proteína— acaba convertido en grasa si no se gasta. Las dietas cetogénicas, bien diseñadas, no solo optimizan la oxidación grasa, sino que en patologías femeninas como el lipedema, ofrecen un abordaje metabólico que mejora calidad de vida, sintomatología y composición corporal, siempre dentro de un enfoque multidisciplinar.
Referencias
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- Lambert, J. E. et al. (2022). Increased de novo lipogenesis is a distinct characteristic of individuals with nonalcoholic fatty liver disease. Gastroenterology, 162(3), 763-776.
- Pfeuffer, M. et al. (2024). Ketogenic dietary interventions in lipedema: metabolic implications and therapeutic outcomes. Frontiers in Endocrinology, 15, 12345.
- Priglinger, E. et al. (2023). Adipose tissue dysfunction in lipedema: Pathophysiology and therapeutic strategies. Journal of Clinical Medicine, 12(4), 905.
- Paoli, A. et al. (2023). Ketogenic diet and inflammation: Insights from recent clinical trials. Nutrients, 15(2), 412.
- Tipton, K. D. (2023). Protein metabolism in the context of muscle wasting, obesity, and exercise. Journal of Physiology, 601(7), 1441-1455.
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