Dopaje, depresión y riesgo de suicidio en culturismo: la evidencia científica que no se quiere mirar
El culturismo nació como una expresión de disciplina, de respeto por el cuerpo y de superación personal a través del trabajo constante, pero en algún punto del camino se empezó a confundir el progreso con el atajo, y el esfuerzo con la química. Hoy el dopaje ya no se esconde, se normaliza, se justifica y, en muchos casos, se vende como una herramienta más del proceso, cuando en realidad es una intervención brutal sobre el sistema más delicado que tenemos: el hormonal y el psíquico.
Porque la química no solo cambia el físico. Reconfigura la forma en la que una persona duerme, siente, se relaciona, se percibe y se mantiene mentalmente.
La evidencia científica actual es clara y cada vez más difícil de ignorar: el uso de esteroides anabolizantes está directamente asociado a un aumento de la depresión, la ansiedad, la dismorfia corporal, la ideación suicida y la mortalidad prematura. En las mujeres, el coste hormonal, emocional e identitario suele ser mucho más profundo, más agresivo y más difícil de revertir.
Este texto no pretende demonizar, ni moralizar, ni señalar. Pretende explicar y hablar de temas tabús que tanto me gusta tratar. Poner palabras a lo que muchas personas viven en silencio cuando el cuerpo deja de ser solo un cuerpo y se convierte en una jaula.
Cuando el dopaje empieza a pasar factura a la salud mental
Alteraciones del estado de ánimo durante el uso de esteroides
En muchos usuarios, los primeros cambios no se reconocen como un problema, ellos no lo ven, el entorno sí. Al principio todo parece ir bien. Más fuerza, más tamaño, más dureza, más rendimiento. Pero con el paso de las semanas, el cuerpo empieza a enviar señales que ya no son tan fáciles de ignorar.
El sueño se vuelve más ligero, más fragmentado. La persona se despierta cansada aunque haya dormido toda la noche. Aparece una irritabilidad constante, una sensación de estar siempre tenso, de que el estrés cotidiano sobrepasa, no se tolera. Cosas que antes no molestaban ahora desencadenan reacciones desproporcionadas. Se discute más, se responde peor, se vive en un estado de alerta que antes no existía.
Aplanamiento emocional, apatía y pérdida de motivación
En otros casos el cambio no es explosivo, sino silencioso. La persona entra en una especie de apagamiento emocional. Nada ilusiona especialmente. Se entrena, pero sin disfrute real. Se mantiene el ritual por miedo a perder lo que se ha ganado, no por placer. Y poco a poco se instala una tristeza de fondo difícil de explicar, una sensación de vacío que antes no estaba ahí.
Los estudios poblacionales confirman este patrón: los usuarios de esteroides presentan más depresión, más ansiedad, más problemas de regulación emocional y más alteraciones de la imagen corporal que quienes no se dopan.
Además, muchos de ellos acaban necesitando tratamiento con ansiolíticos, antidepresivos o incluso antipsicóticos con una frecuencia muy superior a la población general. Esto merece una reflexión importante, porque desmonta uno de los grandes mitos del dopaje: la idea de que todo se arregla cuando se deja la química. En realidad, en muchos casos, el malestar psicológico no solo no desaparece, sino que se intensifica.
El momento más peligroso: la retirada
Hipogonadismo inducido por esteroides tras el ciclo
Durante el uso, el organismo vive bajo una regulación hormonal artificial. Cuando esa regulación se retira, el sistema endocrino se desploma. El eje hormonal tarda meses, y a veces años, en volver a funcionar con normalidad, si es que vuelve. Y mientras tanto, la persona entra en un estado de hipogonadismo que tiene una traducción emocional especialmente dura.
Depresión posciclo y pérdida del físico
Empieza una bajada que no es solo física. El cuerpo pierde volumen, pierde dureza, pierde parte de la imagen que el espejo había devuelto durante meses. Pero además aparece una tristeza profunda, una apatía paralizante, una falta total de energía, un desinterés generalizado por todo. La libido se apaga, el descanso empeora, la capacidad de disfrutar prácticamente desaparece.
Retirada, identidad corporal y riesgo suicida
Es en esta fase cuando muchas personas describen por primera vez pensamientos oscuros, ideas de desaparición, de no querer seguir así. Y no porque sean débiles, sino porque el sistema nervioso y endocrino están literalmente desregulados.
Los estudios forenses han documentado suicidios que se producen tanto durante el consumo activo como, de forma especialmente preocupante, en los meses posteriores a la retirada. En muchos de estos casos, la persona no tenía antecedentes psiquiátricos previos. El desencadenante es precisamente la combinación de disrupción hormonal, pérdida del físico y colapso identitario.
Cuando el físico se convierte en el centro de la autoestima, perder ese físico puede sentirse como perder el propio valor personal. Y ese es un terreno extremadamente peligroso para la mente.
La confusión interesada con la testosterona terapéutica
Diferencias entre terapia de reemplazo hormonal y dopaje
Uno de los argumentos más repetidos para justificar el dopaje es este: “si a algunos hombres les recetan testosterona para la depresión, entonces no puede ser tan mala”.
Esta comparación es directamente falsa. La terapia de reemplazo hormonal se utiliza exclusivamente en hombres con hipogonadismo clínico real, cuando el cuerpo no es capaz de producir la testosterona necesaria para funcionar dentro de la normalidad. Las dosis son fisiológicas, están controladas por un médico, se ajustan con analíticas y tienen un objetivo claro: devolver al organismo a un rango de funcionamiento saludable.
El dopaje no busca normalizar nada. Busca superar los límites biológicos. Las dosis utilizadas en contextos recreativos y competitivos multiplican por varias veces las concentraciones fisiológicas. No hay control real, no hay criterio clínico, no hay individualización terapéutica.
Testosterona, depresión y el error de la comparación
Y lo más importante: en hombres sanos, elevar la testosterona por encima de su rango natural no mejora la depresión. Al contrario, aumenta la irritabilidad, la impulsividad, la inestabilidad emocional y, a medio plazo, el riesgo de episodios depresivos y conductas autolesivas.
Decir que la testosterona del dopaje es lo mismo que la testosterona terapéutica es como decir que la morfina de un hospital es lo mismo que la heroína de la calle. La molécula puede parecer la misma, pero la dosis, el contexto y el impacto son radicalmente distintos.
Mujer y dopaje: cuando el daño se multiplica
Supresión hormonal y alteración emocional en la mujer
En la mujer, el dopaje no actúa solo como un desorden hormonal, es una reconfiguración profunda de la identidad corporal. Cuando una mujer introduce andrógenos exógenos en su organismo, su eje hormonal se silencia, los estrógenos caen, la progesterona desaparece y el cuerpo entra en un estado de hiperandrogenismo completamente ajeno a su fisiología.
Este cambio no es suave, no es progresivo, no es adaptable. Es abrupto. Y ese impacto se traduce rápidamente en el estado de ánimo. Muchas mujeres empiezan a notar que ya no se reconocen emocionalmente. Están más reactivas, más irritables, con una ansiedad nueva que no saben de dónde viene. Otras, por el contrario, se sienten apagadas, desconectadas, sin ilusión por nada. El ciclo menstrual empieza a fallar, normalmente desaparece por completo.
Masculinización corporal y crisis de identidad
A nivel físico, los cambios visibles llegan con una carga psicológica enorme. La voz que se vuelve más grave y no regresa, el acné que se descontrola, la caída del cabello, el vello en zonas donde antes no estaba, la modificación de las facciones, el aumento clitoriano… todo eso no es neutro. Todo eso afecta directamente a la forma en la que la mujer se mira, se expone y se reconoce. Que todo puede ir bien mientras recibe aplauso externo, pero qué pasa cuándo el ruido calla.
Muchas empiezan a evitar situaciones sociales, a sentirse observadas, juzgadas, distintas. Y ahí comienza un aislamiento silencioso que suele desembocar en vergüenza corporal y pérdida progresiva de autoestima.
Dopaje, dismorfia y trastornos de la conducta alimentaria
En muchas mujeres el dopaje se entrelaza también con una relación cada vez más rígida con la comida y con el entrenamiento. Aparecen las restricciones extremas, el miedo constante a ganar grasa, la obsesión por la definición, la incapacidad real de salir de ese estado mental incluso fuera de temporada. La dismorfia en la mujer no siempre se expresa como querer ser más grande. Muchas veces se expresa como no sentirse nunca suficiente, incluso cuando objetivamente el cuerpo está en un nivel de exigencia extremo.
Retirada hormonal en mujeres y depresión prolongada
Cuando llega la retirada, el golpe emocional suele ser todavía más duro que en el hombre. Muchas mujeres entran en amenorreas prolongadas, con estrógenos muy bajos durante meses o incluso años. La depresión posciclo se instala con más fuerza. El cuerpo cambia, la identidad se tambalea y aparece una sensación de pérdida muy difícil de sostener sin apoyo.
No solo se pierde músculo, que no era suyo. Se pierde el personaje que se había construido sobre ese cuerpo químico.
Redes sociales, física irreal y normalización del dopaje femenino
A todo esto se suma el contexto actual de redes sociales: físicos irreales vendidos como naturales, categorías competitivas en las que la química se niega aunque esté presente, discursos de microdosis seguras, comparaciones constantes. Todo empuja a una autoexigencia imposible que lleva a muchas mujeres a cruzar límites con grandes consecuencias.
Por eso, en la mujer, el dopaje no solo es más agresivo desde el punto de vista hormonal. Es mucho más devastador a nivel emocional, identitario y psicológico.
Cuando aparecen las señales que no deberían ignorarse
Señales tempranas de deterioro psicológico asociado al dopaje
Cambios bruscos de carácter, insomnio persistente, irritabilidad constante, aislamiento social, obsesión absoluta por el físico, pérdida de interés por todo lo que no sea entrenar, sensación de vacío, comentarios derrotistas, pensamientos de desaparición… Nada de esto forma parte de un proceso saludable. Nada de esto es normal.
Son señales claras de que algo no va bien por dentro.
Conclusión: esto no va de estética, va de salud mental
El dopaje no es una cuestión estética. Tampoco es solo una decisión deportiva. Es una intervención directa sobre la identidad, sobre la estabilidad emocional y sobre el equilibrio interno de una persona. Y cuando ese equilibrio se rompe, no hay dorsal, no hay glúteo, no hay sequedad que pueda esconder el vacío que queda detrás.
La ciencia lo confirma una y otra vez: más depresión, más ansiedad, más impulsividad, más dismorfia corporal, más intentos de suicidio y más muertes prematuras. En las mujeres, además, el impacto suele ser todavía más devastador porque no solo se altera la fisiología, se altera el vínculo con la propia imagen, con la feminidad y con la autopercepción más profunda.
Frente a todo esto, el culturismo natural no es una postura ingenua ni una opción menos ambiciosa. Es una elección de salud mental, de coherencia interna, de respeto por el propio cuerpo y por la propia historia. Es entender que el cuerpo es una casa, no una vitrina. Que el músculo se entrena, pero la identidad se cuida. Que no todo lo que brilla es progreso, y que no todo lo que suma centímetros suma vida.
Entrenar fuerte puede ser una forma de amor propio. Entrar en la química para sostener una identidad que se cae, casi siempre es una forma de huida.
Os dejo otro enlace a un post súper interesante.
Bibliografía
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