Qué es realmente la endometriosis y por qué pasa desapercibida
Hay mujeres que cada mes se retuercen de dolor, que pierden días de trabajo o de entrenamiento, y que escuchan durante años que es normal, son solo reglas dolorosas. Para muchas de ellas, ese dolor tiene nombre, y es endometriosis.
Se trata de una enfermedad inflamatoria crónica en la que tejido similar al endometrio crece fuera del útero, afectando órganos pélvicos, intestinales o incluso diafragmáticos. Produce dolor pélvico, dismenorrea, fatiga, dispareunia y, en algunos casos, infertilidad.
A pesar de su prevalencia, que afecta a entre el 10 y el 15 % de las mujeres en edad fértil, sigue siendo una enfermedad infradiagnosticada. Muchas mujeres pasan años sin saberlo, acostumbradas a un dolor menstrual incapacitante o a síntomas que se confunden con trastornos digestivos o estrés. El diagnóstico puede tardar entre 7 y 10 años desde la aparición de los primeros signos (Johnson et al., 2023).
La ciencia, por desgracia aún no dispone de una cura definitiva, pero los tratamientos actuales combinan terapia médica con intervenciones complementarias basadas en ejercicio, fisioterapia, manejo emocional y nutrición antiinflamatoria (Tennfjord et al., 2021; Xie et al., 2025).
El papel del entrenamiento de fuerza en la endometriosis
Durante años se desaconsejaba el ejercicio intenso a las mujeres con endometriosis por miedo a agravar el dolor. Sin embargo, la evidencia científica reciente ha transformado por completo esa visión: el movimiento puede ser una herramienta terapéutica de primera línea muy eficaz.
El músculo como órgano antiinflamatorio
El músculo no es solo un tejido contráctil; es un importante órgano endocrino. En cada contracción se liberan mioquinas con efectos a nivel sistémico antiinflamatorios, analgésicos y metabólicamente beneficiosos.
Entre ellas, la IL-6 y la IL-10 actúan como reguladores del sistema inmunitario y ayudan a reducir la inflamación crónica de bajo grado que caracteriza la endometriosis.
Entrenar fuerza significa, en la práctica, crear un entorno biológico menos inflamatorio y más favorable para el control del dolor y la función hormonal.
Efectos metabólicos y hormonales del entrenamiento de fuerza
El entrenamiento de fuerza mejora la sensibilidad a la insulina y optimiza la utilización de glucosa, lo que contribuye a una regulación hormonal más estable.
Esta relación entre metabolismo, músculo e inflamación es especialmente relevante porque la endometriosis comparte mecanismos comunes con otros trastornos femeninos, como el síndrome de ovario poliquístico (SOP).
Entrenar fuerza implica regular también la función endocrina y reducir la sobreproducción de citoquinas proinflamatorias.
El efecto neuromodulador del ejercicio en el dolor
Uno de los mecanismos más potentes del entrenamiento de fuerza es su efecto sobre la percepción del dolor. El ejercicio activa vías dopaminérgicas y opioides endógenas, modificando la respuesta del sistema nervioso ante los estímulos dolorosos.
Con la práctica continuada, el cuerpo aprende a interpretar el movimiento como alivio, no como amenaza, y eso se traduce en una reducción de la hipersensibilidad central que tantas mujeres describen.
A medida que mejora el control neuromuscular, también mejora relación con el cuerpo: la fuerza se convierte en un medio de reconexión, de confianza y de seguridad física.
Cada mujer tiene un umbral de dolor diferente, de forma que algunas necesitan reducir la carga o intensidad durante los brotes de endometriosis, mientras que otras no. Lo importante en estos casos no es la intensidad, sino la continuidad y la constancia.
La literatura científica señala que mantener al menos tres sesiones de trabajo estructurado a la semana activa las rutas metabólicas y antiinflamatorias asociadas a la mejora del dolor y del bienestar general (Artacho-Cordón et al., 2023; Xie et al., 2025).
El impacto psicológico del dolor y la importancia del enfoque integral
El dolor crónico, la fatiga y la incertidumbre del diagnóstico generan un profundo impacto emocional. Muchas mujeres desarrollan ansiedad, alteraciones del sueño o una sensación de desconexión corporal. Por eso, el ejercicio de fuerza, además de su efecto fisiológico, actúa como terapia emocional activa, ayudando a reducir el estrés, liberar endorfinas y mejorar el estado de ánimo (Sachs et al., 2023).
Un programa de entrenamiento bien orientado puede convertirse en una herramienta de reconstrucción psicológica: reintroduce sensación de control, favorece la autoconfianza y contribuye a romper el ciclo entre dolor, inactividad y frustración.
Inflamación sistémica y estrés oxidativo: cómo el ejercicio actúa como modulador
La endometriosis se caracteriza por un entorno inflamatorio sostenido y exceso de radicales libres. El entrenamiento moderado y constante aumenta la capacidad antioxidante endógena y mejora la función inmunológica.
La contracción muscular repetida genera una respuesta adaptativa que, con el tiempo, disminuye la inflamación sistémica y favorece un metabolismo más eficiente.
Desde la nutrición, ciertos micronutrientes y compuestos bioactivos como los ácidos grasos omega-3, la vitamina D, el magnesio, el zinc o los polifenoles como la curcumina, la astaxantina o el resveratrol, pueden potenciar esos mecanismos protectores y reducir el daño oxidativo (Neri et al., 2025).
Qué dice la ciencia sobre la dieta y la endometriosis
Patrones dietéticos con evidencia
Los estudios más recientes confirman que los patrones dietéticos antiinflamatorios, especialmente el modelo mediterráneo, se asocian con menor dolor y mejor calidad de vida (Zhou et al., 2025).
La base es sencilla: priorizar alimentos naturales y frescos, con abundancia de vegetales, frutas, legumbres, cereales integrales, pescado azul, frutos secos y aceite de oliva virgen extra, mientras se reduce la ingesta de carnes rojas, alcohol y ultraprocesados.
Gluten: evidencia frente a experiencia clínica
Muchas mujeres refieren alivio sintomático al eliminar el gluten, pero las revisiones sistemáticas no encuentran evidencia sólida de mejora clínica en ausencia de celiaquía o sensibilidad confirmada (van Haaps et al., 2024).
En algunos casos, la mejoría podría deberse a la reducción de alimentos ricos en FODMAPs o al efecto antiinflamatorio general de una dieta menos procesada.
Por eso, la personalización nutricional sigue siendo la clave.
Microbiota, probióticos y eje intestino-útero
La investigación actual ha identificado una disbiosis intestinal y vaginal en mujeres con endometriosis, con menor presencia de Lactobacillus y mayor de bacterias proinflamatorias. Este desequilibrio puede amplificar el dolor y la inflamación.
Los probióticos y prebióticos muestran potencial para modular la microbiota y mejorar la sintomatología, aunque aún no existe consenso sobre cepas ni dosis óptimas (He et al., 2024).
El ejercicio, la fibra dietética y un descanso reparador también contribuyen a equilibrar el eje intestino-útero, que influye directamente en la regulación hormonal y en la respuesta inmune.
Nuevas líneas de investigación
Las áreas de estudio más prometedoras incluyen:
- Vitamina D y receptores PPAR-γ, con potencial para modular la inflamación uterina.
- Resveratrol y curcumina, como agentes que inhiben la proliferación endometrial.
- Ayuno intermitente, aún en investigación, por su posible efecto inmunomodulador.
- Microbioma uterino, con hipótesis sobre su relación con fertilidad y recurrencia tras cirugía.
Conclusiones
La endometriosis sigue siendo una enfermedad invisibilizada, a menudo diagnosticada tras años de dolor. Sin embargo, la evidencia científica demuestra que un enfoque integral basado en movimiento, fuerza, nutrición y autocuidado consciente puede transformar la calidad de vida.
El ejercicio no solo fortalece el cuerpo, también reeduca la relación con el dolor y devuelve sensación de control. Y la alimentación, más que una pauta restrictiva, debe ser una herramienta para modular la inflamación y apoyar la función hormonal.
Referencias
- Artacho-Cordón, F., et al. (2023). Effects of a multimodal exercise program on quality of life and pain in women with endometriosis. International Journal of Environmental Research and Public Health, 20(4), 2389.
- Dougan, M. M., et al. (2024). Dietary patterns and risk of endometriosis in the Nurses’ Health Study II. American Journal of Clinical Nutrition, 119(2), 335-347.
- Gabrielsen, K., et al. (2025). Exercise and pelvic pain in endometriosis: Randomized trial results. Pain Medicine, 26(1), 44-56.
- He, L., et al. (2024). Gut and vaginal microbiota in endometriosis: Emerging insights and therapeutic targets. Frontiers in Microbiology, 15, 133922.
- Johnson, N., et al. (2023). Global epidemiology and diagnostic delay in endometriosis: A systematic review. Human Reproduction Update, 29(6), 870–889.
- Neri, I., et al. (2025). Anti-inflammatory dietary patterns and pain in endometriosis: Systematic review and meta-analysis. Nutrients, 17(2), 455.
- Sachs, M., et al. (2023). Physical activity levels and fatigue in women with endometriosis: Cross-sectional analysis. BMC Women’s Health, 23(1), 175.
- Tennfjord, M. K., et al. (2021). Physical exercise and endometriosis pain: A systematic review. Acta Obstetricia et Gynecologica Scandinavica, 100(5), 821-831.
- van Haaps, M., et al. (2024). Gluten-free diet and endometriosis: Evidence synthesis and clinical recommendations. Nutrients, 16(9), 2104.
- Xie, Y., et al. (2025). Exercise interventions in endometriosis: Updated meta-analysis. Reproductive Sciences, 32(2), 377-390.
- Zhou, X., et al. (2025). Mediterranean diet adherence and endometriosis symptoms: Systematic review. Nutrients, 17(4), 622.
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