El exceso de andrógenos en la mujer se deja ver en cambios físicos no esperados como es acné inflamatorio, caída de cabello, vello facial, aumento de grasa visceral, reglas irregulares o ausencia de ovulación. Aunque los andrógenos (como la testosterona, la androstenediona y la DHEA) están presentes de forma natural en el cuerpo femenino, su elevación fuera de rango altera profundamente la salud metabólica, reproductiva y emocional.
Lo que pocas veces se menciona es que este desequilibrio puede no solo tener un origen endocrino o genético, sino también aparecer después de una cirugía ginecológica, como una histerectomía, un legrado tras aborto o una intervención por endometriosis. Entender el origen, la evolución y el tratamiento del exceso de andrógenos en la mujer es clave para abordar no solo el cuerpo, sino la vivencia emocional que se rompe cuando este empieza a cambiar sin explicación.
Causas frecuentes del exceso de andrógenos en la mujer
La producción de andrógenos en la mujer tiene dos grandes fuentes: los ovarios y las glándulas suprarrenales. Cuando estas estructuras producen en exceso o de forma desregulada, aparecen síntomas clínicos evidentes.
- El síndrome de ovario poliquístico (SOP) es la causa más común. Se caracteriza por anovulación crónica, morfología ovárica alterada e hiperandrogenismo, y está estrechamente ligado a la resistencia a la insulina. La hiperinsulinemia estimula la actividad de la enzima P450c17, lo que incrementa la síntesis ovárica de andrógenos (Teede et al., 2023).
- La hiperplasia suprarrenal congénita no clásica es un trastorno enzimático que provoca un exceso de precursores androgénicos. Su presentación clínica incluye acné, hirsutismo y alteraciones menstruales, a menudo confundidas con SOP (Azziz et al., 2019).
- Algunos tumores ováricos o suprarrenales, aunque poco frecuentes, pueden secretar andrógenos de forma autónoma, provocando una virilización rápida y progresiva (Goodman et al., 2023).
- El hipotiroidismo reduce la SHBG, lo que incrementa la fracción libre de testosterona circulante. Esta condición puede alterar la función ovárica y favorecer un entorno hiperandrogénico (Ganie & Kalra, 2020).
- La exposición a esteroides anabólicos, suplementos contaminados o fármacos proandrogénicos puede inducir un exceso androgénico iatrogénico, a veces irreversible si se prolonga en el tiempo (Sprung et al., 2022).
- En la perimenopausia o en casos de insuficiencia ovárica precoz, los niveles de estrógenos pueden descender más rápidamente que los andrógenos, generando un desequilibrio relativo (Davis & Wahlin-Jacobsen, 2015).
Consecuencias emocionales y psicológicas del hiperandrogenismo
Más allá de lo bioquímico, el exceso de andrógenos puede generar un profundo malestar psicológico. La aparición de signos como el acné severo, el vello facial, la caída de cabello o la ganancia de peso central puede romper el vínculo identitario con el cuerpo, afectando la autoestima, la feminidad percibida y la estabilidad emocional.
Muchas mujeres desarrollan disforia corporal, retraimiento social, depresión reactiva o trastornos del comportamiento alimentario como forma de controlar un cuerpo que ya no sienten suyo. Cuando el origen es inesperado como ocurre por una cirugía o un proceso postaborto, la vivencia puede ser aún más dolorosa: lo que debía sanar termina alterando el equilibrio desde dentro (Brotto et al., 2021; Culbert et al., 2019).
Evaluación clínica
Ante la sospecha de un entorno androgénico elevado, la evaluación clínica debe ser completa. Es imprescindible analizar:
– Testosterona total y libre, androstenediona, DHEA-S
– SHBG y 17-OH-progesterona
– LH, FSH, estradiol, TSH y prolactina
– Perfil glucémico e insulínico
– Ecografía ovárica
– Estudio suprarrenal por imagen si hay sospecha tumoral
– Revisión de antecedentes quirúrgicos, farmacológicos y reproductivos
Un enfoque multidisciplinar que incluya ginecología, endocrinología y nutrición funcional, permite establecer un diagnóstico diferencial entre SOP, causas suprarrenales, iatrogenia farmacológica o desequilibrios secundarios a cirugía (Goodman et al., 2023).
Cirugías ginecológicas como desencadenantes de desequilibrio hormonal
Existen procedimientos quirúrgicos que, aunque necesarios, pueden alterar el eje hormonal y favorecer un exceso de andrógenos en mujeres previamente normohormonales.
- La extirpación parcial de ovario puede dejar tejido hiperreactivo a la LH o fibrosis que interfiere con la ovulación, generando un patrón hormonal tipo SOP (Hall et al., 2021).
- La resección de tejido ovárico o endometrial por endometriosis, quistes o hemorragias puede alterar la señalización hormonal, fomentar la inflamación crónica y alterar el patrón de producción esteroidea (Agarwal et al., 2021).
- La histerectomía con conservación de ovarios puede alterar la vascularización ovárica, reduciendo la síntesis de estrógenos pero manteniendo la producción de andrógenos, lo que genera una dominancia androgénica relativa (Riman et al., 2020).
- El síndrome del ovario remanente puede producirse tras una ooforectomía incompleta. El pequeño tejido residual puede volverse autónomo y secretor de hormonas, incluyendo andrógenos (Kho et al., 2014).
- Las cirugías postaborto, especialmente los legrados uterinos o evacuaciones tras complicaciones, pueden inducir una disfunción del eje HHO. El impacto sobre la cavidad endometrial, la inflamación uterina o el estrés endocrino postevento pueden provocar anovulación secundaria y, en consecuencia, alteraciones androgénicas (Rees et al., 2022).
El entrenamiento de fuerza
El entrenamiento de fuerza no es un complemento opcional para el exceso de andrógenos en la mujer. Es una intervención clínica estructurada con evidencia sólida en la regulación hormonal femenina. Su implementación adecuada produce efectos directos sobre los mecanismos que originan y sostienen el entorno hiperandrogénico.
– Aumenta la sensibilidad a la insulina, uno de los ejes clave en el SOP y en los desajustes hormonales postquirúrgicos.
– Estimula la producción hepática de SHBG, lo que reduce la testosterona libre y mejora el perfil androgénico.
– Favorece la ovulación al mejorar la comunicación del eje hipotálamo–hipófisis–ovario.
– Reduce la inflamación sistémica de bajo grado, clave en el entorno androgénico elevado.
– Mejora la composición corporal sin necesidad de déficits extremos, estabilizando leptina, grelina y cortisol.
– Modula positivamente el estado anímico, reduce la ansiedad y mejora la percepción corporal.
Cuando está bien estructurado, con control de cargas, progresión inteligente, fases de recuperación, y ajustado al contexto metabólico y hormonal de la mujer, el entrenamiento de fuerza es una herramienta terapéutica de primera línea. Su valor va más allá de lo físico: devuelve control, capacidad y función en un cuerpo que muchas mujeres sentían desregulado o ajeno (Hutchison et al., 2011; Sprung et al., 2022)
Nutrición y suplementación
Una dieta adaptada al eje hormonal femenino puede reducir el exceso de andrógenos en la mujer, donde haya una distribución equilibrada de carbohidratos complejos, aporte de proteína suficiente y grasas saludables, micronutrientes clave como el zinc, magnesio, vitamina D, cromo, e inositoles.
Podríamos meter compuestos como myo-inositol, N-acetilcisteína, omega 3 o vitamina D, todos con respaldo en el contexto de SOP e hiperandrogenismo funcional (Unfer et al., 2022; Minozzi et al., 2021).
Evitar suplementos con potencial efecto androgénico (DHEA, ashwagandha, tribulus, maca) en mujeres con desequilibrio.
Conclusión
El exceso de andrógenos en la mujer no es solo un problema bioquímico. Es una experiencia física y emocional que merece ser comprendida en su totalidad. Su origen puede estar en alteraciones metabólicas, endocrinas o incluso en cirugías necesarias que desregulan el entorno hormonal. Entrenar con fuerza, comer con sentido y recuperar la regulación desde el conocimiento devuelve a la mujer su equilibrio.
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