Fuerza en embarazo y posparto: por qué no es lo mismo y cómo entender los cambios corporales
Es frecuente que algunas mujeres recuerden haber sentido más fuerza o resistencia durante el embarazo que en el postparto, incluso entrenando menos o adaptando sus rutinas. Esta percepción no se debe a un “subidón de estrógeno” como a veces se afirma, ya que el estrógeno predominante en el embarazo es el estriol (E3), con una potencia biológica mucho menor que el estradiol (E2) presente en el ciclo menstrual normal. La explicación está en una combinación de cambios cardiovasculares, metabólicos, hormonales y psicológicos que, aunque pueden favorecer el rendimiento relativo en ciertos momentos, no evitan un hecho fisiológico clave: el embarazo es un entorno catabólico para la masa muscular, hagas lo que hagas…y si no haces nada, peor aún.
Esta falsa sensación de estar más fuerte da una percepción errónea de que cuando vuelvas a la normalidad, tu cuerpo va a estar tal cuál estaba antes.
Cambios fisiológicos en el embarazo que pueden influir en la fuerza
Durante el segundo trimestre, muchas mujeres notan que les cuesta menos realizar esfuerzos moderados. Esto se debe a factores como:
- Aumento del volumen sanguíneo y gasto cardíaco: el volumen plasmático puede crecer un 40–50 %, mejorando la entrega de oxígeno y nutrientes a los músculos.
- Mayor eficiencia cardiovascular: el corazón bombea más sangre por latido, lo que favorece la resistencia.
- Aumento de hormona del crecimiento placentaria e IGF-1: implicadas en el desarrollo fetal y con cierta capacidad anabólica.
- Activación neuromuscular y percepción de energía: algunas mujeres sienten una motivación especial y mayor tolerancia al esfuerzo.
Sin embargo, estos factores no implican un crecimiento muscular neto, ya que la prioridad metabólica está dirigida al feto y la placenta.
El mito del “estrógeno alto” en el embarazo
En el ciclo menstrual normal, los picos de estradiol (E2) de la fase folicular tienen un efecto protector y modulador sobre el músculo esquelético. Durante el embarazo, el estradiol también aumenta, pero el estrógeno predominante es el estriol (E3), con una potencia anabólica muy inferior y funciones más orientadas a la gestación que al desarrollo muscular.
Esto significa que la fuerza percibida en embarazo no se debe a un entorno hormonal anabólico comparable al de la fase folicular, sino a las adaptaciones cardiovasculares y neuromusculares descritas antes.
El embarazo como entorno catabólico para la masa muscular
Aunque se entrene durante el embarazo, e incluso aunque el esfuerzo sea superior al recomendado para esta etapa, no es suficiente para frenar el catabolismo de masa muscular. Las causas son:
- Prioridad energética del feto y la placenta: el organismo destina aminoácidos y energía al crecimiento fetal.
- Aumento de la resistencia anabólica: el músculo responde menos a los estímulos de síntesis proteica.
- Mayor oxidación de aminoácidos: especialmente en el tercer trimestre.
- Limitaciones de carga y volumen de entrenamiento: necesarias para proteger la salud materna y fetal.
Esto explica por qué, aunque la fuerza relativa pueda mantenerse o incluso mejorar en algunos ejercicios, la masa muscular total tiende a disminuir.
Peso corporal vs. composición corporal: el error de la comparación directa
Muchas mujeres, tras el parto, se obsesionan con “volver al peso de antes”. El problema es que:
- El peso en báscula no refleja la composición corporal: se puede tener el mismo peso que antes del embarazo, pero con más grasa y menos músculo.
- La pérdida de masa muscular y el aumento de grasa alteran la silueta, el metabolismo y el rendimiento, aunque la cifra en la báscula sea igual.
- El entorno hormonal del postparto favorece la recuperación de reservas de grasa y no la hipertrofia muscular.
Centrarse solo en el peso sin evaluar la masa muscular y la grasa corporal genera frustración y expectativas irreales.
Factores del postparto que influyen en la fuerza
Después del parto, la fuerza suele verse limitada por:
- Descenso brusco de hormonas del embarazo.
- Posible déficit energético si la ingesta no cubre las necesidades de recuperación y, en lactancia, de producción de leche.
- Falta de sueño y peor recuperación.
- Menor tiempo y energía para entrenar con la misma intensidad.
Estos factores, sumados a la pérdida de músculo durante el embarazo, explican por qué muchas mujeres perciben menos fuerza en esta etapa.
Conclusión
La sensación de “tener más fuerza” en el embarazo no significa que haya habido un desarrollo muscular o que se mantenga la masa muscular. El entorno cardiovascular y neuromuscular puede hacer que ciertos esfuerzos se perciban como más fáciles, pero fisiológicamente el embarazo es un periodo catabólico para el músculo, incluso con entrenamiento. Comparar el peso antes y después del embarazo sin tener en cuenta la composición corporal es un error que lleva a frustración. La clave en el postparto no es “volver” a un número en la báscula, sino reconstruir masa muscular a largo plazo, recuperar fuerza real y adaptar el entrenamiento a la nueva realidad hormonal y vital.
Referencias
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