Dieta del grupo sanguíneo: ¿ciencia o pseudociencia bien disfrazada?
Si hay algo con lo que realmente disfruto es arrojando luz sobre mitos nutricionales que persisten con fuerza… Y esta vez le ha tocado a la famosa dieta del grupo sanguíneo, popularizada en 1996 por el Dr. Peter D’Adamo, un médico naturópata que aseguraba que la alimentación ideal depende de tu tipo de sangre.
¿En qué se basa esta teoría?
La premisa fundamental es que cada grupo sanguíneo representa una herencia evolutiva diferente y que, por tanto, debería seguir un patrón alimentario específico:
- Grupo A: dieta predominantemente vegetariana, rica en vegetales y frutas, excluyendo la carne roja.
- Grupo B: acepta carnes (excepto cerdo y pollo), lácteos, frutas y verduras, pero evita trigo, maíz, cacahuetes y lentejas.
- Grupo AB: mezcla entre A y B. Permite tofu, lácteos, mariscos y granos. Evita maíz, ternera y pollo.
- Grupo O: dieta alta en proteínas animales, frutas y verduras, evitando legumbres, lácteos y cereales. Incluye ejercicio intenso.
A simple vista, cualquier persona podría mejorar su salud con estos patrones: implican comida real, exclusión de ultraprocesados y promoción del ejercicio físico. Pero esto no significa que tengan ninguna base científica relacionada con el grupo sanguíneo.
¿Y qué hay de las lectinas?
Uno de los argumentos más repetidos es el de las lectinas, proteínas vegetales con capacidad aglutinante que pueden unirse a las membranas celulares. Según esta teoría, algunas lectinas serían específicas para ciertos grupos sanguíneos y podrían causar reacciones adversas si se ingieren “de forma inadecuada”.
Es cierto que algunas lectinas (como las presentes en las legumbres crudas) pueden tener actividad aglutinante. Sin embargo, la mayoría se destruyen por completo con la cocción o el remojo adecuado. ¿Alguien consume lentejas crudas? Exacto.
La evidencia indica que la mayoría de las lectinas no tienen especificidad para un grupo sanguíneo concreto, y su impacto en la salud depende más del contexto dietético general que de la sangre.
¿Qué dice la ciencia sobre la dieta del grupo sanguíneo?
Hasta la fecha, no existe evidencia científica robusta que respalde que comer según tu grupo sanguíneo tenga beneficios adicionales comparado con una dieta saludable estándar.
- Una revisión sistemática publicada en The American Journal of Clinical Nutrition (2013) analizó más de 1.000 estudios y concluyó que no hay pruebas científicas que respalden las dietas del grupo sanguíneo. (Link directo al estudio)
- En un estudio con 1.455 personas se vio que todos mejoraban sus parámetros de salud al seguir la dieta tipo A — rica en vegetales — independientemente de su grupo sanguíneo. Lo que refuerza que la mejora se debe al patrón de alimentación y no al grupo sanguíneo.
- Otros estudios “positivos” han mostrado asociaciones entre el grupo sanguíneo y enfermedades como Helicobacter pylori, enfermedad cardiovascular o ciertos tipos de cáncer. Sin embargo, ninguno demuestra que adaptar la dieta al grupo sanguíneo modifique ese riesgo.
Algunos trabajos recientes han explorado la relación entre grupo sanguíneo y microbiota intestinal o alergias alimentarias, pero los datos son preliminares, contradictorios y en muchos casos sesgados (por ejemplo, financiados por empresas que venden dietas según el grupo sanguíneo).
Entonces, ¿por qué algunas personas dicen que les ha funcionado?
La respuesta es simple: cuando se mejora la calidad de la dieta y se eliminan los ultraprocesados, el cuerpo responde positivamente. Y si además se añade ejercicio físico, la mejora es más evidente aún. No tiene nada que ver con tu sangre. Tiene que ver con comer mejor.
Además, seguir reglas dietéticas cerradas (aunque sean infundadas) puede mejorar la adherencia al dar la sensación de estructura o exclusividad. Muchas personas sienten que “esto no lo como porque no me corresponde”, y eso les da una base para decir que no a opciones poco saludables. Un efecto placebo con implicaciones prácticas.
Conclusión
La dieta del grupo sanguíneo es un ejemplo clásico de pseudociencia con una envoltura lógica, que aprovecha una idea atractiva y personalizada, pero no cuenta con respaldo científico serio.
¿Puede ayudarte a mejorar la salud? Sí, pero no por la sangre, sino por lo que realmente haces: mejorar la alimentación, moverte más y evitar basura ultraprocesada.
Yo misma caí hace años en esta trampa, con un test carísimo que prometía excluir/incluir alimentos basándose en mi grupo sanguíneo. Con una mirada rápida ya vi que promovía comida real, carnes magras, frutas, verduras y cereales complejos. ¿Resultado? Funciona… igual que funcionaría cualquier dieta saludable bien planteada. Pero en aquel entonces, costaba más de 600 euros. Un disparate.
La ciencia avanza, y nosotros también debemos hacerlo con ella.
Referencias
- Cusack L, et al. (2013). Blood type diets lack supporting evidence: a systematic review. Am J Clin Nutr. 98(1):99–104.
- Wang J, et al. (2014). ABO blood group and susceptibility to diseases: a review of epidemiological evidence. Genet Mol Res. 13(4):9281–9292.
- Campbell KL, et al. (2014). ABO genotype, diet, and health outcomes in 1,455 individuals. PLoS One. 9(1):e84749.
- Kamboh MI, et al. (2022). Association of ABO blood types with gut microbiome diversity. Front Microbiol. 13:861720.
- Schoenfeld D, et al. (2023). Impact of restrictive diets on placebo adherence and behavioral change: insights from a randomized control trial. Nutrients. 15(2):432.
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