¿Cómo está su intestino? La microbiota como predictor de salud y longevidad
Muchos investigadores consideran hoy que el estado del intestino y de la microbiota puede predecir cómo envejeceremos. Ya en la Antigua Grecia, Hipócrates afirmó: “Toda enfermedad comienza en el intestino”. Dos milenios después, la ciencia comienza a comprender cuánta razón tenía.
La microbiota intestinal es un ecosistema compuesto por microorganismos como bacterias (en un 90%), arqueas, protozoos y virus. Se estima que contiene diez veces más microorganismos que células humanas, y sus genes, conocidos como microbioma, superan en 100 veces el número de genes del genoma humano. En total, cada individuo alberga una media de 600.000 genes microbianos, de los cuales aproximadamente el 98% son de origen bacteriano.
Esta relación simbiótica mutualista entre huésped y microbiota es clave para la salud: cuanto mayor es la diversidad bacteriana, mayor es la capacidad adaptativa y de protección frente a enfermedades. El problema es que las dietas modernas, ricas en productos ultraprocesados, están erosionando esta biodiversidad, afectando negativamente a nuestro equilibrio fisiológico.
El ecosistema intestinal
El intestino humano alberga cerca de 100 billones de microorganismos, concentrados principalmente en el colon. Este órgano no solo es el tramo final del aparato digestivo, sino también el mayor órgano neuroendocrino del cuerpo humano. Sin microbiota, simplemente no podríamos vivir.
La integridad funcional y estructural de la barrera intestinal depende en gran medida de un microbioma equilibrado. Esta barrera regula la absorción de nutrientes, agua y electrolitos, pero también protege frente a toxinas y patógenos. Alteraciones en su permeabilidad, comúnmente conocidas como “intestino permeable”, pueden dar lugar a procesos inflamatorios crónicos y enfermedades sistémicas.
Metabolismo, inmunidad y sistema nervioso
Los genes microbianos codifican proteínas que participan en unas 20.000 funciones biológicas, muchas de ellas cruciales en el metabolismo energético, el control del apetito y la homeostasis. Desequilibrios en la microbiota se han relacionado con patologías como la obesidad, la anorexia nerviosa, la desnutrición, o incluso con la regulación del comportamiento alimentario.
El eje microbiota-intestino-cerebro, una red bidireccional que involucra al sistema nervioso entérico, el nervio vago y el sistema inmunológico, tiene implicaciones directas en trastornos psicológicos y psiquiátricos como la ansiedad o la depresión. El intestino alberga el 70% de las neuronas periféricas y produce neurotransmisores como la serotonina o el GABA, cruciales para el estado de ánimo.
Asimismo, una microbiota equilibrada reduce la inflamación sistémica, uno de los principales impulsores de enfermedades crónicas no transmisibles como la diabetes tipo 2, el síndrome metabólico, las enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas y autoinmunes.
Funciones clave de la microbiota intestinal
Entre las funciones más relevantes que desempeña este ecosistema destacan:
- Digestión y absorción de nutrientes.
- Homeostasis energética y regulación del apetito.
- Producción de vitaminas (K, B9, B12, etc.).
- Producción de ácidos grasos de cadena corta (AGCC) como el butirato.
- Modulación del sistema inmunitario.
- Protección frente a patógenos (efecto barrera).
- Maduración del epitelio intestinal.
- Metabolismo de xenobióticos y fármacos.
- Regulación del tránsito intestinal.
- Participación en la señalización neuroendocrina.
Disbiosis y enfermedad
La disbiosis es un desequilibrio en la composición o función de la microbiota, que se ha asociado con un amplio espectro de enfermedades: obesidad, diabetes tipo 1 y 2, enfermedades autoinmunes, alergias, asma, alteraciones digestivas (como SII o enfermedad inflamatoria intestinal), celiaquía, problemas dermatológicos (acné, psoriasis, eccema), alteraciones neuropsiquiátricas (estrés, depresión, fatiga), disfunciones metabólicas y trastornos hormonales.
Factores que alteran la microbiota incluyen: dietas ultraprocesadas, estrés crónico, falta de sueño, consumo excesivo de alcohol, tabaco, medicamentos como antibióticos e inhibidores de bomba de protones, contaminación ambiental o nacimientos por cesárea.
Modulación de la microbiota
Las principales estrategias para modular la microbiota incluyen:
- Probióticos: administración de microorganismos vivos con efectos beneficiosos, como cepas de Lactobacillus o Bifidobacterium.
- Prebióticos: fibras no digeribles que estimulan selectivamente el crecimiento de bacterias beneficiosas (inulina, FOS, GOS, almidón resistente…).
- Antibióticos específicos: utilizados en casos clínicos concretos para modificar de forma dirigida la microbiota.
- Trasplante de microbiota fecal: una herramienta terapéutica eficaz en infecciones por Clostridium difficile y con potencial en enfermedades metabólicas y neurológicas.
Ciertos probióticos, denominados psicobióticos, pueden producir neurotransmisores como el GABA y ejercer efectos ansiolíticos y antidepresivos. Ensayos clínicos han observado mejoras en memoria y funciones cognitivas en personas con Alzheimer tras el consumo de probióticos específicos. Otros estudios señalan una reducción de colesterol LDL, mejoras en patologías cutáneas y beneficios inmunitarios.
Estilo de vida y alimentación: claves para una microbiota saludable
Una microbiota diversa se considera un marcador de buena salud. La alimentación tiene un papel determinante en su composición:
- Alimentos ricos en prebióticos: avena, alcachofas, legumbres, frutos secos, semillas, plátano, espárragos, puerro, cebolla, ajo, frambuesas, brócoli…
- Frutas y vegetales ricos en polifenoles: uvas, bayas, cacao, té verde, cúrcuma, que actúan como sustrato para bacterias beneficiosas.
- Alimentos fermentados: yogur, kéfir, chucrut, kimchi, kombucha, miso o tempeh contienen bacterias vivas que ayudan a restaurar la flora intestinal.
- Simbióticos: combinan prebióticos y probióticos en un mismo alimento, como el chucrut sin pasteurizar.
Los productos fermentados deben contener “fermentos lácticos vivos” en la etiqueta y no haber sido pasteurizados tras la fermentación para conservar su efectividad.
Otros factores que influyen
- Ejercicio físico: se ha demostrado que mejora la diversidad bacteriana y aumenta la producción de butirato, con efectos antiinflamatorios.
- Sueño y cronobiología: las alteraciones en los ritmos circadianos modifican la composición bacteriana.
- Estrés: el cortisol crónico daña la barrera intestinal y favorece la disbiosis.
- Antibióticos: su uso altera de forma drástica la microbiota, especialmente en la infancia. Una semana de tratamiento puede modificarla durante un año. Tomar probióticos espaciados varias horas puede mitigar estos efectos.
Microbiota en los primeros años de vida
El desarrollo de la microbiota comienza antes del nacimiento, pero se consolida en los dos primeros años. La lactancia materna promueve la colonización por Bifidobacterium, a diferencia de la leche artificial, lo que se traduce en menor riesgo de alergias, obesidad y enfermedades inflamatorias. El parto por cesárea también se asocia con un microbioma menos diverso.
Conclusión
El equilibrio de la microbiota intestinal representa una de las bases fundamentales de la salud humana. Modificar la dieta, reducir el estrés, dormir adecuadamente y realizar ejercicio físico regular son pilares esenciales para mantener esta compleja comunidad microbiana en equilibrio. Aunque los suplementos probióticos pueden ser útiles en ciertos contextos, es la alimentación diaria la que ejerce un efecto verdaderamente duradero sobre la microbiota. Entender, cuidar y proteger nuestra flora intestinal no es solo una estrategia de salud preventiva, sino probablemente una de las claves para una vejez saludable y libre de enfermedad.
Referencias
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