NAD⁺ y NADH: lo que no te cuentan sobre la “molécula de la longevidad”
Todo el mundo busca activadores de NAD⁺, moléculas que prometen más energía, mejor envejecimiento, claridad mental o reparación celular. El mercado ofrece cápsulas, infusiones, plumas inyectables… y la promesa es siempre la misma: dar a tu cuerpo algo que supuestamente le falta. Sin embargo, se omite lo más básico: el NAD⁺ ya está en tu organismo. Es una coenzima endógena que se recicla constantemente si el entorno celular lo permite. Lo que realmente falla es el estilo de vida, que lo agota con falta de sueño, sedentarismo, comida ultraprocesada y estrés crónico.
NAD⁺ y NADH: dos estados de una misma coenzima
A menudo se confunde el NAD⁺ con el NADH, pero no son lo mismo. El NAD⁺ (forma oxidada) acepta electrones en reacciones metabólicas, participando en la producción de energía, la reparación del ADN y la regulación de las sirtuinas. El NADH (forma reducida) transporta esos electrones hacia la mitocondria para generar ATP. El equilibrio entre ambos —el cociente NAD⁺/NADH— es un indicador clave de la salud metabólica. Un cociente alto favorece un metabolismo eficiente y procesos de reparación celular, mientras que uno bajo puede asociarse a estrés metabólico o alteración mitocondrial.
El NAD⁺ no es un suplemento: es parte de tu motor celular
El NAD⁺ (nicotinamida adenina dinucleótido) es fundamental en la producción de ATP, la respuesta antioxidante, la reparación genómica y la longevidad celular (Covarrubias et al., 2021). Se recicla continuamente a través de vías como Preiss-Handler, la de novo (desde triptófano) y la de salvamento, regulada por la enzima NAMPT.
En personas sanas, sin alteraciones genéticas ni enfermedades mitocondriales, no existe un déficit funcional de NAD⁺, sino un deterioro en su mantenimiento cuando hay inflamación crónica, mal descanso, sedentarismo o malnutrición.
Qué contienen realmente los suplementos
Los productos comerciales no aportan NAD⁺ o NADH directamente, sino precursores como NMN, NR o infusiones de NAD⁺ intravenoso. Estos deben atravesar barreras celulares, metabolizarse y ser utilizados por la maquinaria intracelular, lo que no siempre está garantizado. La evidencia en humanos es preliminar y no justifica su uso generalizado (Yoshino et al., 2018; Trammell & Brenner, 2013).
Fuentes dietéticas de precursores de NAD⁺
- NMN: en trazas en brócoli, repollo, pepino, aguacate.
- NR: en leche, levadura nutricional y algunos fermentados.
- Niacina (B3): en pescado azul, carne magra, vísceras, huevos, setas, cereales integrales, semillas.
- Triptófano: en pollo, pavo, soja, queso, avena, huevos, plátano, semillas de calabaza.
¿Tiene sentido suplementarlo?
En modelos animales, dosis elevadas de NMN han mostrado beneficios mitocondriales y vasculares (de Picciotto et al., 2016). Sin embargo, las dosis humanas actuales son muy inferiores y no hay evidencia sólida de impacto clínico en sanos (Fang et al., 2019).
Qué sí preserva el NAD⁺: los cuatro pilares fisiológicos
- Entrenamiento de fuerza – Estimula AMPK, PGC-1α y NAMPT, aumenta densidad mitocondrial, mejora la sensibilidad a la insulina y activa sirtuinas dependientes de NAD⁺ (Imai & Guarente, 2014).
- Sueño profundo y ritmos circadianos – El NAD⁺ sigue un ritmo diario regulado por genes CLOCK y BMAL1; el mal descanso compromete su síntesis (Yaku et al., 2018).
- Nutrición funcional y antiinflamatoria – Favorece su síntesis y evita un consumo excesivo por reparación celular innecesaria.
- Control del estrés – El estrés crónico activa enzimas que degradan NAD⁺ (CD38, PARP), aumentando su consumo y acelerando el desgaste.
Rejuvenecer no es posible, preservar sí
El objetivo no es “volver atrás en el tiempo”, sino mantener fuerza, función cognitiva, flexibilidad metabólica, inmunidad y energía estable el mayor tiempo posible.
Conclusión
No necesitas “activar” el NAD⁺ desde fuera, sino preservar su función optimizando el entrenamiento, el descanso, la alimentación y el control del estrés. El suplemento más potente es un estilo de vida alineado con la biología.
Referencias:
- Chini, E. N., et al. (2021). CD38 and NAD⁺ metabolism: implications for health and aging. Trends in Endocrinology and Metabolism, 32(11), 833–844.
- Covarrubias, A. J., Perrone, R., Grozio, A., & Verdin, E. (2021). NAD⁺ metabolism and its roles in cellular processes during ageing. Nature Reviews Molecular Cell Biology, 22(2), 119–141.
- de Picciotto, N. E., et al. (2016). Nicotinamide mononucleotide supplementation reverses vascular dysfunction and oxidative stress with aging in mice. Aging Cell, 15(3), 522–530.
- Fang, E. F., et al. (2019). NAD⁺ in aging: Molecular mechanisms and translational implications. Trends in Molecular Medicine, 25(3), 216–230.
- Imai, S., & Guarente, L. (2014). NAD⁺ and sirtuins in aging and disease. Trends in Cell Biology, 24(8), 464–471.
- Trammell, S. A. J., & Brenner, C. (2013). Targeted, LCMS-based metabolomics for quantitative measurement of NAD⁺ metabolism. Nature Protocols, 8(6), 1221–1231.
- Yaku, K., Okabe, K., & Nakagawa, T. (2018). NAD⁺ metabolism: Implications in aging and longevity. Ageing Research Reviews, 47, 1–17.
- Yoshino, J., Baur, J. A., & Imai, S. I. (2018). NAD⁺ intermediates: The biology and therapeutic potential of NMN and NR. Cell Metabolism, 27(3), 513–528.
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