El suelo pélvico es una de las estructuras más importantes y al mismo tiempo más invisibles para la salud integral de la mujer. Sin embargo, suele ser ignorado hasta que aparecen los primeros síntomas: pérdidas de orina, dolor, o incluso prolapsos.
Anatómicamente, el suelo pélvico está compuesto por músculos, ligamentos y tejido conectivo que sostienen los órganos pélvicos (vejiga, útero y recto), contribuyen a la estabilidad lumbo-pélvica, y están implicados en la función sexual, la continencia y la biomecánica respiratoria (Bo & Frawley, 2022).
¿Por qué es tan vulnerable en la mujer?
Porque sólo el 20% del suelo pélvico es tejido muscular, y de este, apenas un 6-8% es musculatura voluntaria (Dumoulin et al., 2018). Esto significa que es una zona estructuralmente frágil, especialmente en fases de la vida donde los estrógenos caen o donde las presiones sobre la cavidad abdominal se disparan.
Embarazo: cambios fisiológicos y riesgos para el suelo pélvico
El embarazo genera:
- Aumento progresivo de la presión intraabdominal.
- Cambios hormonales que relajan el tejido conectivo para preparar el parto.
- Alteración en la biomecánica corporal.
Todo ello contribuye a una mayor distensión del suelo pélvico, independientemente de si el parto es vaginal o por cesárea. De hecho, el simple hecho de gestar ya es un factor de riesgo para sufrir incontinencia urinaria o disfunción (Handa et al., 2020).
Postparto: la etapa crítica
En el postparto, el suelo pélvico queda distendido y debilitado. Hasta un 35% de mujeres con parto vaginal presentan daño muscular o incluso denervación parcial, lo que predispone a disfunciones (DeLancey et al., 2008).
Retomar el entrenamiento sin una valoración fisioterapéutica individualizada puede agravar problemas como la diástasis abdominal o el prolapso de órganos pélvicos.
¿Qué síntomas no son normales en postparto y requieren atención?
- Pérdidas de orina al estornudar, correr o saltar.
- Sensación de “bulto” en la vagina o de peso perineal.
- Dolor en las relaciones sexuales.
- Dificultad para evacuar.
- Dolor lumbar persistente.
Estos signos indican que el suelo pélvico no ha recuperado su funcionalidad y requiere intervención especializada.
Menopausia, lactancia y disfunción pélvica
La menopausia y la lactancia prolongada suponen un riesgo añadido. El déficit de estrógenos afecta la calidad del tejido conectivo y la vascularización, reduciendo la resistencia y elasticidad del suelo pélvico (Bo et al., 2015).
El exceso de peso: el gran enemigo silencioso
Cada kilo de más genera un incremento sostenido de la presión intraabdominal. La obesidad no solo incrementa el riesgo de incontinencia o prolapso, sino que también:
- Genera inflamación crónica de bajo grado, deteriorando la calidad del tejido conectivo (Weiss et al., 2004).
- Deteriora la respiración funcional, lo que rompe la conexión diafragma-transverso-suelo pélvico (Hodges & Gandevia, 2000).
- Favorece la resistencia a la insulina, perjudicando la regeneración muscular y favoreciendo la sarcopenia (Rizk et al., 2023).
El sistema fascial y el colágeno: el tejido olvidado
El sistema fascial, que envuelve músculos y órganos, se ve afectado por la inflamación y el exceso de peso, generando un colágeno de peor calidad que soporta peor el estrés mecánico. Esto acelera el deterioro de la zona pélvica y empeora la recuperación postparto o tras cirugías.
Microbiota vaginal y salud del suelo pélvico
Una microbiota vaginal sana es clave para mantener la integridad del suelo pélvico. Las disbiosis vaginales, favorecidas por antibióticos, anticonceptivos o cambios hormonales, alteran el pH y la microbiota, deteriorando el epitelio vaginal y reduciendo la calidad del colágeno (Witkin et al., 2019).
Tu salud vaginal no solo es cuestión de infecciones: es tu seguro estructural contra el envejecimiento del suelo pélvico.
Suelo pélvico y función sexual: una relación directa
El tono pélvico determina la sensibilidad y la respuesta sexual. Una musculatura debilitada reduce la lubricación, la sensibilidad y la calidad del orgasmo, que es precisamente un ejercicio fisiológico involuntario para el suelo pélvico: contracción, oxigenación y vascularización.
El orgasmo es salud pélvica: cuanto menos estimulas el suelo pélvico, más rápido envejece.
Deporte, rendimiento y suelo pélvico
Un suelo pélvico debilitado afecta al rendimiento deportivo:
- Menor capacidad de generar fuerza.
- Menos estabilidad postural.
- Mayor riesgo de dolor lumbar o lesiones.
Si te estancas en fuerza o estabilidad, tu suelo pélvico puede ser el eslabón roto de tu rendimiento.
Impacto psicológico de la disfunción pélvica
Las alteraciones del suelo pélvico tienen un fuerte impacto psicológico: ansiedad, pérdida de confianza corporal, evitación del ejercicio o del sexo. Estudios recientes lo asocian con mayores índices de depresión en mujeres que sufren incontinencia o prolapsos (Grimes et al., 2021).
El suelo pélvico no solo sostiene tus órganos: sostiene tu confianza, tu placer y tu libertad de moverte sin miedo.
Biohacking del suelo pélvico: estrategias innovadoras
- Terapias con radiofrecuencia o láser para mejorar la calidad del colágeno.
- Estrógenos locales bioidénticos en menopausia.
- Suplementación con colágeno tipo I y III, vitamina C y magnesio.
- Protocolos de respiración diafragmática y entrenamiento del core profundo para restaurar la sinergia interna.
Ya no hablamos solo de Kegels: se trata de entrenar tu cuerpo, tu respiración, tu microbiota y tu fisiología hormonal para preservar tu suelo pélvico como una estructura de alto rendimiento.
Prevención en todas las etapas
- Antes del embarazo: fortalecer musculatura profunda y educar la respiración.
- Durante el embarazo: mantener actividad adaptada y prevenir diástasis.
- Postparto: valoración fisioterapéutica antes de retomar el entrenamiento.
- Perimenopausia: fortalecer musculatura, controlar peso, cuidar la microbiota y valorar el apoyo hormonal local.
Conclusión
El suelo pélvico es un marcador integral de la salud femenina: hormonal, metabólica, estructural y sexual. Cuidarlo no es una opción estética, sino un compromiso con la funcionalidad, la longevidad y la calidad de vida.
Referencias
- Bo, K., & Frawley, H. C. (2022). Pelvic floor muscle training for prevention and treatment of pelvic organ prolapse. Current Opinion in Obstetrics and Gynecology, 34(5), 314–320.
- Bo, K., et al. (2015). The impact of menopause and hormone therapy on pelvic floor disorders. Maturitas, 82(3), 301-306.
- Dumoulin, C., et al. (2018). 2018 ICS report on pelvic floor muscle training. Neurourology and Urodynamics, 37(2), 499-507.
- DeLancey, J. O., et al. (2008). Levator ani muscle stretch induced by vaginal birth. Obstetrics & Gynecology, 111(3), 687-693.
- Handa, V. L., et al. (2020). The Impact of Obesity on Pelvic Floor Disorders. Obstetrics & Gynecology, 135(5), 1105-1113.
- Hodges, P. W., & Gandevia, S. C. (2000). Intra-abdominal pressure and core activation. Journal of Applied Physiology, 89(3), 967-976.
- Weiss, R., et al. (2004). Obesity and the metabolic syndrome. New England Journal of Medicine, 350(23), 2362-2374.
- Rizk, D. E. E., et al. (2023). Connective tissue changes in pelvic floor disorders: The impact of obesity and metabolic inflammation. International Urogynecology Journal, 34(1), 11-20.
- Witkin, S. S., et al. (2019). The vaginal microbiome and the integrity of the pelvic floor. Neurogastroenterology & Motility, 31(6), e13502.
- Grimes, C. L., et al. (2021). Depression and pelvic floor disorders in women. International Urogynecology Journal, 32(3), 563-570.
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